Page 64 - El secreto de la nana Jacinta
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unas enormes tinajas, el ranchero descubrió el líquido viscoso, perfecto para su

               estanque. Feliz, se dirigió a su rancho, donde empezó a cavar un pozo no muy
               profundo que llenaría con el agua de estrella preciosa que había encontrado. Una
               vez terminado el pozo, don Juan ordenó a Isidro que vaciara las tinajas de
               Aroche y que llevara su contenido al prometido estanque.


               Isidro sabía que robar era un pecado y a él no le gustaba pecar. De todas formas,
               no podía desobedecer a su patrón, así que pronto se dio a la tarea de transportar
               el líquido desde La Estrella hasta La Asunción. De esa manera, durante varias
               noches el indio bajó a la mina llevando con él dos mulas para acarrear el
               cargamento. Una vez que Isidro terminó de contar su historia le pregunté:


               —Muy bien, todo eso está muy claro, pero ¿qué significa ese misterio de la miel
               en las tinajas?


               —Yo no quería ser un ladrón. Sé que robar está mal y que a Dios Padre esas
               costumbres lo enojan mucho. Por eso, si mi patrón me obligaba a cometer el
               pecado, yo pensé que podía compensar mi falta restituyendo el agua de estrella
               con un poco de miel de mis abejas. Créeme, Jacinta, al dejar la miel en las tinas
               mi conciencia descansó enormemente. Además, tan pronto como terminé mi
               encomienda corrí a confesarme con el padre Santiago. Lo de la miel no le
               pareció mal; aun así, me mandó que fuera a misa durante nueve días y que
               hiciera algunas limosnas en la iglesia de San Ignacio —explicó Isidro.


               El enigma había quedado aclarado. Ahora sólo faltaba volver las cosas al orden,
               es decir, regresar a mi amo su mercurio para abrir la mina otra vez. Aquella
               mañana, cuando llegué a casa de don Miguel, encontré a mi pobre amo
               completamente desolado y agotado: se había resignado a perder el azogue y a
               cerrar en definitiva la mina. Pero entonces le serví un poco de vino y le pedí que
               se sentara para escuchar la historia de la misteriosa desaparición.
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