Page 78 - El secreto de la nana Jacinta
P. 78
El regalo de Jacinta
DESPUÉS de haber contado sus historias, Jacinta abrazó a Bernardo muy fuerte.
La nana había cumplido su promesa y el niño también había cumplido con su
parte del trato; al escuchar los relatos de la negra, Bernardo había quitado la cara
de tristeza y, por momentos, incluso había olvidado la ausencia de su hermana
Soledad.
—¿Cómo la ve, mi niño? ¿Te gustaron las historias? —preguntó Jacinta
abrazando nuevamente a su chiquito.
—Sí, nana, me gustaron muchísimo, pero todavía extraño a Soledad —contestó
Bernardo acongojado.
—Ya lo sé, negrito santo, ya lo sé. Pero has olvidado algo. Yo te prometí que te
regalaría tres historias y un secreto, ¿te acuerdas? —dijo Jacinta con una pícara
sonrisa en los labios.
—¡Es verdad, nana! Nos falta el secreto, cuéntamelo ahora mismo, por favor —
repuso Bernardo.
—Allí va, mi niño, pero anda, come ese último bocado y termina el chocolate,
que no me vas a negar que está en su punto —respondió la nana.
Bernardo comió el último trocito de tamal que quedaba en su plato. Luego bebió
chocolate y se volvió todo oídos para escuchar el secreto de Jacinta. La negra
comenzó a hablar:
—Pues verás, nenito. No sé si recuerdas que ayer, en la procesión de la niña,
antes de que las puertas del convento se cerraran detrás de ella, yo tuve un
momento para acercarme, abrazarla, besarla y decirle algunas palabras.
”Creo que nadie lo notó, pero después de bendecir a mi nena y pedirle que no se
olvidara de rezar por nosotros todos los días, pude pronunciar algunas palabras
en la lengua de mi tierra. A decir verdad, se trataba de un antiguo conjuro que mi