Page 54 - Un abuelo inesperado
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               MIENTRAS MI ABUELO ESCRIBÍA, sin nada mejor que hacer, entré en la

               cocina, limpia y despejada. El frigorífico era de una sola puerta, sin congelador.
               Igual que el que mi abuela tenía en la cocina de su casa. Algo viejo ya. Lo abrí.
               Estaba vacío, o casi. Sin yogures, sin frascos de tomate frito, ni mostaza, ni
               kétchup... Solo una botella de agua y un cuaderno algo más voluminoso. «Agua
               mineral natural», se leía en la etiqueta de la botella. «MUY PERSONAL», en la
               tapa del cuaderno. Era la letra de mi abuelo. No me cabía duda alguna.


               Puse la mano encima. Estaba frío. Mi vista buscó la ruleta con la que se podía
               regular la temperatura: casi al máximo. Con dos dedos levanté la tapa del
               cuaderno, solo un poco. Me pareció ver el nombre de mi padre en mayúsculas.


               –¡Ni se te ocurra abrir el cuaderno! –gritó mi abuelo desde su «oficina».


               –¡Qué cuaderno! –contesté, cerrándolo inmediatamente.
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