Page 75 - Un abuelo inesperado
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LA MUJER DE BENITO tenía el pelo blanco recogido en un moño. Sobre un
vestido oscuro, llevaba un delantal de flores de un violeta ya desteñido. Tenía
más arrugas que mi abuela, muchas más.
Se acercó a Tarzán, que abrió la boca y dejo caer lo que llevaba entre los dientes
sobre la palma de su mano.
–Me lo regaló mi madre, y a mi madre, la suya. Es de plata. Mira –me dijo
mostrándome aquel joyero poco más grande que una caja de cerillas.
Y lo abrió lentamente.
El interior estaba forrado en terciopelo rojo. Sobre él, dos pendientes iguales.
–Son los pendientes de mi boda. ¿A que son preciosos?
–Muy bonitos, sí –contesté.
–Me quedaban estupendamente. Estas perlas haciendo juego con el vestido de
boda, blanco blanquísimo. Parecía una princesa de cuento, o una reina. Como
Sisí. ¿Sabes quién era Sisí, la emperatriz de Austria?
A punto estuve de contestar que nonó sabía quién era Sisí.
–Ni idea. Sé que la capital de Austria es Viena. Y que Bélgica es un país de
flamencos y valones.
–Isabel Amalia Eugenia se llamaba, como yo. Bueno, yo solo me llamo Eugenia.
Pero a ella la llamaban así, Sisí. No me preguntes por qué. En realidad, es lo
único de valor que tengo. Estos pendientes. Menos mal que los ha encontrado el
perro de tu abuelo.
Cerró la tapa y estampó un beso en el joyero.