Page 89 - Un abuelo inesperado
P. 89
través de la ventana.
–¡Un golpe con el martillo y ya estaría abierta! –me gritó–. Tu abuelo y sus
cosas. Qué tío. No sé qué vio tu abuela en él, que no tuviera yo. Mal genio, eso
es lo que vio –y pegó un manotazo sobre el portón.
Dejé el yogur a medio comer sobre cualquier sitio y en dos zancadas salí a la
calle.
–Benito, ¿usted sabe qué hay dentro del maletero?
–¿Dentro? Como poco, mi taladro inalámbrico. Pedazo de herramienta. Treinta y
dos voltios de potencia. Tres velocidades. Rojo brillante, una preciosidad. El
Ferrari de los taladros. En mala hora se lo dejé a tu abuelo. «Te lo devuelvo
mañana», me dijo. Ya ha pasado casi un siglo.
–Ya, pero ¿algo más?
–¿Algo más? ¿A qué te refieres, hijo?
–No sé. Tengo que adivinarlo, pero todavía no lo he acertado.
–Ni lo acertarás. A saber qué lleva dentro. Igual un cepo para osos, o un casco de
bombero, qué se yo. Lo que tenía que hacer es dejar de pasar tantas horas en el
restaurante y echarme una mano en el huerto. Y llevar de una vez este trasto a la
chatarra.