Page 87 - Un abuelo inesperado
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MI ABUELO NO SE LEVANTÓ aquella tarde, ni en todo el fin de semana. La
tos se le pasó enseguida, pero parece que los dolores seguían allí, dentro de él, de
sus huesos. Por supuesto que ningún médico entró en casa. Solo recibió la visita
de su amigo Benito, vestido de domingo, que ni subió las escaleras. Desde abajo
le preguntó que qué tal estaba y si sabía cuándo se iba a levantar. Tenía que hacer
un viaje a la capital y quería que mi abuelo lo acompañase.
Fue curiosa aquella conversación.
–¿Cómo vas, Gines?
–Mal.
–Los huesos y eso, ¿no?
–...
–Pero no te vas a morir, ¿no?
–Ya sabes.
–¿Cuándo te vas a levantar? Tengo un viaje y quiero que me acompañes.
–Mañana martes.
–Que yo sepa, mañana es lunes. Ginés, no te estarás yendo de la cabeza... Mira
que ya tienes unos años.
–Pues el lunes.
–¿Por la mañana o por la tarde?
–Al mediodía, con las campanadas de la iglesia.