Page 151 - El disco del tiempo
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POR Aléktor, Dédalo supo detalles del gran terremoto, el que apagó la triple
               luna de Pasífae, Ariadna y Creteia, el que destruyó su laberinto y su peine del
               viento. Supo que el rey Minos sobrevivió a la desgracia con la boca llena de

               polvo y los ojos enrojecidos, que se preparaba para asistir a los juegos del toro
               donde serían inmoladas las víctimas atenienses cuando en el Palacio de las
               Hachas Dobles se liberó la fuerza del Agitador de la Tierra. Gritaba el nombre de
               Pasífae tratando con su voz de dominar los espantosos lamentos que el terror
               había erizado en el palacio.


               Las columnas caían. Caían las losas y se precipitaban al suelo los cuernos de
               consagración que adornaban los remates de las paredes con su doble función de
               airosas arquitecturas y de marcadores astronómicos. El Trono de los Grifos
               permanecía abrazado al muro, mientras el mundo se desmoronaba alrededor de
               él, sirvientes y guardias eran los juguetes del Agitador de la Tierra y Minos,
               enredado en sus vestiduras ceremoniales, cayó al suelo.


               Era hijo de Zeus. El dios del día, el nacido en el Monte Ida, tendió sobre su
               vástago la nube de su protección.


               Minos abrió los ojos en el polvo y en el silencio y sobre el polvo que recogió con
               su mano juró reconstruir el Palacio de las Hachas Dobles, juró levantar a la
               derrumbada Creta, juró arrancar los despojos de su amada isla de la furia de
               Poteidan. Prepararía un sacrificio, los mejores toros, los que hubieran
               sobrevivido serían inmolados al numen del Agitador…


               Cubierto de polvo y con el sabor de su sangre bajo la lengua, supo que Pasífae,
               la Resplandeciente, había muerto. Que igualmente habían perecido durante el
               sismo Ariadna, la heredera del trono de los Grifos, y Creteia, la sacerdotisa de la
               Triple Diosa. Se preguntó si habría apurado la copa de la amargura o si ésta era
               infinita como el mar. Decidió que la tristeza proviene de los afectos y se juró no
               amar más a hijo ni a mujer alguna. El viejo Minos cambió la melancolía por la
               venganza y recordó las traiciones —reales o imaginarias— de Dédalo.


               ¿Imaginarias? El arquitecto había hecho su trabajo y construido un edificio como
               no existía otro en el mundo; había construido muñecas para sus hijas e
               ingeniosos juguetes móviles para Androgeo, le había planteado enigmas
               encantadores para amenizar las largas veladas de Knossos; había diseñado el
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