Page 152 - El disco del tiempo
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laberinto, que era un juego, que era el mapa del cielo, que era una jaula para la
muerte.
¿Reales? El arquitecto había yacido con la reina en la noche del toro y se había
convertido en la causa de la vergüenza de Minos. No lo culpaba por haberse
enamorado de Pasífae, todos lo hacían, sino por haberlo traicionado, utilizando
la cáscara vacía de un antiguo ritual para hacerse pasar por el Hombre Toro que
desposa a la Diosa Luna. Pero tanto el palacio como la reina habían sido
borrados; el Agitador de la Tierra era infinitamente más poderoso que Dédalo.
Dédalo supo por los viajeros que había muerto Pasífae, por ellos y por el sueño.
Vio a Pasífae, su figura a contraluz de luna, en su habitación del palacio que en
Trinacria le había hecho al rey Cócalo. Vio a Pasífae con la cabellera suelta,
coronada de perlas, con una tristeza infinita. Vio a Pasífae, y la sombra de la
reina le dijo adiós.
Dédalo se levantó de su lecho estricto y quiso sostener a la reina entre sus
brazos, y acariciar sus mejillas y mecer su tristeza y su soledad, pues todavía la
amaba (todos amaban a Pasífae), pero al intentar abrazarla sólo sintió la frialdad
que deja la plata en el primer contacto o los rayos de luna a quienes se aventuran
a bañarse en ellos.
Fue un sueño y fue la despedida. Despertó pensando que se le habían muerto sus
hijos y su amor. Ícaro, caído al mar durante la travesía en la veloz barca de su
ingenio; y Asterio, llamado por algunos Knossos y por otros Minotauro,
aplastado por la venganza del Agitador de la Tierra, que había hecho del príncipe
ateniense, Teseo, su puntual y afilado instrumento. Ahora gozaba de una
existencia tranquila, pero sabía que Minos iría a buscarlo, como un pájaro
marino mira a través de las agitadas aguas al pez que calmará su hambre.
Las tareas de reconstrucción continuaban en la isla y el viejo rey reunió una flota
para ir al encuentro de Dédalo. Algunos dijeron que el astuto cretense quería
fincar en tierras más seguras el poderío de la talasocracia. Mares
resplandecientes e islas sombrías se sucedían…, algunas se mostraban laceradas,
castigadas por el reciente terremoto, otras afloraban su rostro sorprendido e
inocente, respetadas como vírgenes por el Agitador de la Tierra. Los hombres de
Minos recalaban y traían a las naves agua y alimentos. Entre los escasos piratas