Page 44 - El disco del tiempo
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Ojos profundos. Poblado bigote entrecano… Dimitri.
Alzó los ojos y se le quedó viendo por un segundo. Sin ningún ademán o gesto
de reconocerla, intercambió unas palabras con la dueña de la posada y se
despidió.
–Ya su, Kyria Vroula. Kalimera!
Nuria se quedó inmóvil por unos segundos y a su vez se dirigió a la salida.
Kyria Vroula la detuvo:
–This… for you… y le entregó un sobre lacrado. Nuria lo rasgó nerviosamente.
Leyó:
Sigue la huella de la serpiente de Knossos y de Thalassa… Ella te llevará a las
Cuevas del Viento.
D.C.
¡Era él! Dimitri. ¿Por qué no se había identificado? ¿Y qué significaba ese
mensaje? Qué extraño juego. Si Dimitri viajaba para ir a su encuentro y se
tomaba el trabajo de darle pistas para la resolución de los enigmas planteados…
era porque ya conocía las respuestas.
Nuria ni siquiera entendía las preguntas; ¿para qué haber hecho suyo un desvelo,
un misterio o un problema que ni siquiera le atañía? ¿O sí?
Deslizó la nota de Dimitri en su bolso y se dirigió al Museo Arqueológico de
Herakleion. La fachada de la construcción decepcionó a Nuria. Sus medianas
proporciones obedecen al miedo a los sismos, que caracteriza a los cretenses.
(“Otra coincidencia con mi país” pensó.) Pero sin la imaginación y proyección
hacia una idea o serie de ideas, como el Museo de Antropología de la ciudad de
México, el principal guardián de las antigüedades minoicas es como una
envoltura gris que esconde preciosos tesoros.