Page 64 - El disco del tiempo
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muerte, para que tu nombre resuene en las tabernas y en las alquerías, mujeres y

               ninfas suspiren por ti y Egeo sepa de tu valor… Eres tan joven… Guárdate sin
               embargo del peor de los peligros: la hechicera Medea, la extranjera que por artes
               mágicas embrujó a Egeo y se convirtió en su esposa. Es hija de Helios, el Sol y
               hermana de Pasífae, la reina de Creta. De ella solamente puedes esperar
               traiciones. Le ha dado un hijo a tu padre, que se llama Medo, y está dispuesta a
               todo para que ese hijo reine en Atenas. Pero el nido de las serpientes no se
               hereda, se gana. Ése es tu camino. Y dile a tu padre que después de tantos años,
               he meditado en el mensaje que le dio el Oráculo de Delfos y que he resuelto el
               enigma. Si quiere conocerlo, deberá viajar a Trecén. De lo contrario, morirá de
               tristeza.


               Y el joven Teseo se despidió de sus amigos, de su madre y del anciano Piteo y
               emprendió el peligroso camino terrestre hacia Atenas, infestado de bandidos. A
               todos venció Teseo, incluido a Sinis, el perverso Doblador de Pinos, rufián de
               descomunal fuerza, que tenía la costumbre de apostarse en el camino y pedir al
               viandante que lo ayudara a sostener por la punta un pino que había doblado.
               Cuando el perplejo caminante accedía y colocaba su peso sobre el pino doblado,
               Sinis soltaba el árbol y el pino se enderezaba, lanzando al incauto por los aires
               para encontrar la muerte a resultas del tremendo golpe que se llevaba. Teseo
               dominó al forzudo Sinis y le aplicó el mismo tratamiento que había impuesto a

               tantos caminantes.

               Medea supo que Teseo había llegado a Atenas aun antes de que el muchacho se
               lavara el polvo del camino en el río Cefiso. Trazó su plan, que combinaba el

               conocimiento que la hechicera tenía de los poderes letales de las plantas con la
               ambición de ver a su hijo Medo como rey de Atenas. Guardaba en un pequeño
               cofre una porción del veneno que salió de las heridas que Hércules infligió al
               pavoroso perro Cerbero, cuando lo sacó a rastras del mundo de los muertos y lo
               mezcló cuidadosamente con un vino aromático destinado a halagar a los
               huéspedes distinguidos.


               Cuando Egeo supo que tenía un visitante de Trecén, dispuso le sirvieran un
               suntuoso banquete en el Templo de Apolo el Delfín. Teseo no se había dado a
               conocer pues quería hacerlo en privado ante su padre y antes, observar a placer
               al hombre que le había dado la vida.


               —Esposo mío. ¿No te causa desconfianza el joven que envían los de Trecén? —
               susurró Medea al oído de Egeo.
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