Page 25 - Sentido contrario en la selva
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Donde hacemos preparativos, entre víboras, cráneos de
chango y arañas bastante grandes…
HABÍA DORMIDO COMO TRONCO, rendido por el viaje. Abrí los ojos, sin
saber muy bien dónde estaba, queriendo buscar con la mano el control de mi
aparato de música. En cambio, me topé con el mosquitero.
Con el pelo mojado, mi mamá regresaba del baño:
—Mira, Nico…
Yo miraba que, como siempre, mi mamá se veía más joven con el pelo mojado.
—Mira… —insistió, señalando mi mosquitero.
Desde dentro vi una araña grande como un puño, una especie de tarántula flaca o
de araña de jardín tamaño pesadilla. Un bicho que desde luego nunca había
visto.
—Date prisa —dijo mamá abriendo el mosquitero con cuidado para no molestar
a la araña.
Ya estaban todos reunidos en una construcción con techo de palma que recubría
una cocina y unas mesas entre las que circulaba un jabalí diminuto. Nuestro
comedor y centro de reuniones. Pensé en los hoteles de lujo que alguna vez he
visitado, aunque nunca me he quedado en ellos, y comparé la decoración. Allá,
tapete espeso color morado, con sillones mullidos color chabacano. Aquí,
caparazones de tortugas y cráneos de chango en los troncos que sostienen el
techo. Los cráneos de chango son tan parecidos al de un niño pequeño que te dan
escalofríos.
El desayuno consistía en una bebida extraña, de sabor indefinido, no horrible, un
poco nada más, que me tomé porque estaba muerto de hambre. Pensé en mi
bebida favorita, en el chocolate instantáneo, en la cocina de mi casa, y pregunté
qué era lo que había tomado.