Page 16 - La desaparición de la abuela
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—Sí, pero tienen que prometerme que no van a comentar nada con su mamá
hasta que yo hable con ella. No me va a perdonar que les haya contado la verdad.
No es que le ocultemos nada, entiéndanme, lo que pasa es que, como ya les
expliqué, ella prefiere pensar que mamá ha muerto.
Ante la solemnidad inusitada de su tía, los muchachos lo prometieron.
—¡Pero tienes que decírselo pronto, tía! ¡Nos choca decirle mentiras porque
luego luego nos cacha!
—Sí, se los prometo.
Mariana se incorporó mientras exhalaba un gran suspiro, y se dirigió a un clóset
del que sacó una caja que colocó frente a ellos.
—Esto es todo lo que tengo. Con ella desaparecieron sus escritos, el trabajo que
estaba haciendo... sus disquets... ¡Es horrible! ¡Inexplicable!
Los muchachos inspeccionaron la caja: recortes de periódico atados
amorosamente, fotografías de la abuela con sus ocho hermanos, y con su mamá,
y con su tía cuando eran niñas, del abuelo, al que adoró la abuela, algunas
cartas... y un disquet...
—¿Y este disquet, tía? ¿No decías que todo había desaparecido? —preguntó
Rodrigo, curioso.
—Resulta que ese disquet me lo había prestado mi mamá un día antes de su
desaparición. Debía hacer un trabajo para la prepa y tenía que llevarlo conmigo a
la escuela, así que éste es el único que quedó, —explicó la tía y añadió,
anticipándose a la pregunta:
—Tiene documentos sin mayor importancia. Algunos versos, algunos artículos
intrascendentes. Nada más.
—¿Me lo prestarías, tía? Quisiera ver qué tiene... —suplicó Rodrigo.
Mariana levantó los hombros, escéptica:
—¿Para qué te va a servir? Ya no puede leerse en ninguna computadora. Es un
disco de baja densidad que entonces ya apenas si se usaba. No creo que puedas