Page 21 - La desaparición de la abuela
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—No sé —respondió Esteban haciendo su mejor cara de angustia—. ¿No tiene
alcohol o agua oxigenada o algo...?
El hombre dudó entre contrariarse, por no estar con el chico del disquet, o
preocuparse, no por la muchacha, sino porque si lo que tenía era grave, el museo
tenía que correr con los gastos médicos. Así que mejor optó por preocuparse y
corrió a una oficina que se ubicaba al otro lado de la sala, y volvió con un
algodón empapado en alcohol.
Mientras el hombre frotaba con el algodón las sienes y la nuca de la muchacha,
Rodrigo trabajaba rápidamente en la computadora ¡y lograba leer el disquet! Ahí
había siete archivos: el de la tarea de su tía Mariana, cinco más que contenían
algunos poemas, cuentos sin terminar, la historia de su bisabuela y uno más que
se llamaba Estrella, y que sólo tenía escritas dos líneas con un texto enigmático:
¡AL FIN PODRÉ EXPLICARLO!
MENDOZA 39
Rodrigo se intrigó ante esta frase en la que no encontró sentido; y, sin pensarlo
dos veces, comandó el tablero para buscar los respaldos de los archivos del
disquet. Cuando logró dar con ellos, su sorpresa fue mayúscula: ¡había veinte
archivos escondidos y todos se llamaban estrella, con una numeración del 1 al
20!
Justo en ese momento, Esteban tosió para avisar, tanto a Rodrigo como a Natalia,
de que había sido ya muy largo lo de la desmayada y que el hombre iba a
descubrir que estaban mintiendo. Natalia abrió los ojos y se incorporó fingiendo
dificultad.
—¿Ya estás bien? —interrogó el hombre con enfado.
—Sí, gracias —respondió Natalia con un hilo de voz para que le creyera que
estaba muy, pero muy mal.
Esteban volvió a toser para avisar a su hermano que el hombre se dirigía de
nuevo hacia él. Rodrigo tenía justo el tiempo necesario para sacar el disquet y
levantarse de la silla.
—¿Qué pasó? ¿Lograste leerlo? —preguntó el hombre con ansiedad.