Page 24 - La desaparición de la abuela
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ESA misma noche, Mariana acudió a cenar a casa de su hermana. Era una noche
tranquila: los chicos hacían la tarea, Carlos estaba relajado pues había tenido un
buen día y ayudaba a su mujer a poner la mesa mientras ella preparaba algunas
cosas en la cocina.
Mariana, quien siempre llegaba como un remolino de alegría, ayudó a su
hermana y a su cuñado y besuqueó amorosamente a sus sobrinos, guiñándoles un
ojo para hacerles saber que esa misma noche contaría la verdad.
Nerviosos, los muchachos cenaron lo más rápido que pudieron y se fueron a sus
respectivos cuartos. No querían saber qué iba a pasar. Alegaron que todavía no
terminaban la tarea y se despidieron. Cinco minutos después, Mariana soltó la
bomba:
—Hermana, escúchame...
Maribel, quien iba a dar un trago a su café, se detuvo en seco. No le gustaba el
tono de su hermana. Carlos la miró seriamente.
—Los muchachos ya saben la verdad sobre mamá. El día que fueron a comer
conmigo me acribillaron a preguntas y no pude mentirles.
Maribel depositó la taza en el plato, tomó la mano de su marido y dijo con
tristeza:
—¿Para qué? ¿Qué caso tenía?
—¿Y qué caso tenía que les mintieras? ¿Para qué les dijiste que estaba enterrada
en la Villa si eso no es cierto? No son tontos y supieron que no era verdad.
—No, no pienses que quise mentirles. Solamente quería diferir el momento otro
poco. Quiero seguir creyendo que mamá no ha muerto.
—Pero sabes que no es así. En fin. Ya está hecho y los chicos me hicieron jurar
que vendría a contarte que ya sabían la historia. No les gusta ocultarte nada.