Page 29 - La desaparición de la abuela
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MARIBEL, fuerte y valerosa, no pudo evitar que algunas lágrimas corrieran por
su rostro. Se mantuvo fuerte antes de que sus hijos se fueran a la escuela, no sin
asegurarles que buscaría el disquet, pero ahora se derrumbaba. Carlos la estrechó
por los hombros.
—Estás haciendo una tormenta en un vaso de agua. Voy a revisar la alarma y te
aseguro que no hay nada del otro mundo. ¿Quieres acompañarme o me esperas
aquí?
—Prefiero revisar la casa por dentro y tú revisa por fuera. Conoces la instalación
de la alarma y yo no. Espero que todo esté bien.
En efecto, Carlos conocía cómo fue colocada la alarma y sabía también cómo
desactivarla. Palpó el muro en el que el proyector láser se encontraba
estratégicamente escondido y, con desesperación, se dio cuenta de que alguien
muy profesional lo había desactivado. ¡Su esposa tenía razón! Se metieron en su
casa durante la noche y era claro que se llevaron el disquet de su suegra. Pensó
con ansiedad qué hacer: no podía decírselo a Maribel, no podía angustiarla, y no
podía tampoco evitar el pensamiento de que Rodrigo corría un serio peligro.
Respiró hondo y tomó una decisión: aparentaría serenidad y en cuanto llegara a
su oficina llamaría a la policía para informarles de que su casa había sido robada;
pediría protección para su hijo.
Al regresar con su esposa, se mostró sereno. La abrazó y le aseguró que todo
estaba bien y, para que se sintiera segura, llamaría a la compañía que instaló la
alarma, con el fin de que la revisaran. Le dio un beso y se marchó a trabajar.
Maribel suspiró con menos angustia. Cuando inspeccionó su casa no encontró
nada fuera de lo normal, y Carlos se había ido tranquilo. Pensó entonces que lo
que tenía que hacer era buscar el disquet, que seguramente el desordenado de
Rodrigo había dejado por algún lado, llamar a Mariana para contarle lo ocurrido,
y apurarse porque iba a llegar tarde a su oficina.