Page 34 - La desaparición de la abuela
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               ¡SÁBADO por fin!


               Rodrigo y Esteban se levantaron muy temprano porque era día de partido y,
               como cada sábado, se pusieron a toda prisa el uniforme del equipo y luego
               asaltaron la cocina para tomar un desayuno que |si Maribel supiera en qué
               consistía le daría un ataque: un vaso de jugo ¡y ya!


               Esteban se impacientó con su hermano porque parecía no tener prisa.


               —¿Qué te pasa, cuate? ¡Apúrale que ya van a dar las ocho!


               Rodrigo se acercó a él y le dijo, casi en secreto:


               —Tienes que ayudarme.


               Esteban lo miró azorado, su hermano se ponía así sólo cuando ocurría algo
               gravísimo y asintió también en voz baja:


               —¡Claro!, pero ¿qué te pasa?


               Rodrigo se fue de puntitas a un rincón de la cocina para poder explicarle a su
               hermano de qué se trataba.


               —En el disquet de la abuela pude leer una dirección, y ya investigué en dónde
               está. ¡Es en Coyoacán!


               —¿Y luego? —preguntó Esteban, más con las cejas y los ojos que con los labios.

               —¡Ya sé dónde es y voy a ir hoy mismo! —exclamó el muchacho.


               Y explicó emocionado:


               —Fíjate bien lo que vamos a hacer: te voy a dejar en la cancha y de volada me
               voy a Coyoacán. Veo qué hay ahí y me regreso a la casa con un horrible dolor de
               estómago.
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