Page 103 - Diario de guerra del coronel Mejía
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Viernes 17 de julio de 1942
Sabemos la ubicación exacta del cuartel enemigo. Está en la calle de General
Prim, en un edificio blanco, muy bonito. El cabo Ipana opina que el enemigo
tiene mucho dinero y por eso su campamento está en un lugar tan bonito. Yo ya
le dije que eso no tiene nada que ver, que las guerras las ganan los que tienen
más valor, no los que tienen más oro, pero él no dejaba de ver el edificio con
envidia.
Ahora es posible que vayamos a hacer guardia frente al edificio todos los días,
ya que sabemos dónde se esconde el enemigo. Sólo falta resolver si hay que
aniquilarlo o tomarlo prisionero. Yo me inclino, la verdad, por aniquilarlo.
En aquellos tiempos se acostumbraban otras cosas: las muchachas no podían
salir solas con sus pretendientes, debían llevar siempre un acompañante o
chaperón; la palabra era tan confiable como la firma; los niños no debían
escuchar las pláticas de los mayores y no debían nunca, nunca, contradecirlos.
Recuerdo aquel día en que pudimos por fin seguir a Bola de Arroz hasta su casa
y conocer el centro de operaciones del enemigo, un edificio tan bonito que el
Coronel no podía ni quitarle la vista de encima. Apenas íbamos marchando de
vuelta a nuestro cuartel por Enrico Martínez cuando escuchamos un grito,
alguien llamaba a mi Coronel a la distancia.
Palabra de soldado, ambos sentimos un vuelco en el corazón. Y es que ambos
creímos que se trataba de la señora Fuentes, pues era una figura femenina la que
se recortaba contra la luz de la tarde y le hacía señas a mi Coronel.
—¡Poncho! ¡Ven!
Estoy seguro de que el Coronel sintió el corazón tan henchido como yo, pues
creía que la señora Fuentes nos pediría acompañar a su hija de nuevo.
Lamentablemente, sólo se trataba de la señora Mejía.