Page 51 - Diario de guerra del coronel Mejía
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Viernes 18 de junio de 1942
Estábamos otra vez frente a la puerta cuidando la vecindad contra el enemigo,
cuando llegaron Tavo y Rodrigo. Nos empezaron a molestar, pero yo pensé en
qué haría el almirante Salomón de la Peña si se viera en mi situación y decidí
que no los mataría como tenía ganas de hacerlo. Ningún militar dispara contra
ningún civil por muy fea que sea la guerra. Eso no está en mi libro de estrategias,
pero sé que las guerras son entre soldados.
Tavo comenzó a decir que estaba loco y que lo mejor sería llamar a un doctor
para que me atendiera. También en ese momento pensé que a lo mejor sí hay que
estar un poco loco para ir a la guerra, porque todo el mundo prefiere estar en su
casa sin pelear ni nada, y como yo sí prefiero combatir en el frente, a lo mejor sí
estoy un poco loco. Pero también pensé que seguro que a Napoleón Bonaparte y
a Alejandro Magno los llamaron locos cuando fueron a la guerra. Y también a
don Miguel Hidalgo y a todos los héroes de la patria. Por eso preferí no hacerles
caso a los niños y seguir con nuestra vigilancia. El cabo Ipana también se portó
muy bien, aunque él hubiera querido dispararles en las pompas cuando por fin se
fueron.
Como a las siete, nos metimos a la casa porque mi mamá se asomó por la
ventana que queda encima del restaurante y nos ordenó que entráramos.
He pensado en lo que me dijo una vez el almirante, que mi madre es como si
fuera mi general y que debo obedecerla. Tal vez sea mejor que lo vea así porque,
de todos modos, cuando no la obedezco, me castiga sin fijarse en mi rango de
coronel.
El cabo Ipana se tardó mucho en subir a la casa y lo puse a hacer cincuenta
lagartijas en reprimenda.
Sun Tzu ha dicho: “Es deber del general ser sereno, impenetrable, imparcial y
dueño de sí mismo”.