Page 118 - El hotel
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de los bosques, mucho más gracioso que un vulgar gorrión de ciudad.
–¿Dónde estamos? –preguntó mamá Leo, al ver a la farmacéutica con su traje.
–Llegando a las islas Faroes –dijo el abuelo Aquilino, soltándose al fin el
meñique del bigote y sonriendo que daba gusto verle.
La tía Juanita, que llevaba un rato aplicada escribiendo, desapareció para entrar
corriendo al rato. Gritaba entusiasmada:
–¡He recibido carta!
Y todos:
–¿De Faustino?
–¡Hombre, claro!
–¡Pues ya estamos como siempre! –sentenció la tía Azucena, con un plato de
plástico cayéndole sobre el flequillo.
–Como siempre no, Azucena, como siempre no –dijo el tío Manolo–. Estamos
mucho mejor.
Y todos aplaudimos.
Cuando nos dimos cuenta, el señor X estaba con una servilleta en la cabeza.
Entonces alguien dijo:
–¿Y si bailamos un chiringüelo para celebrarlo?