Page 27 - El hotel
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–Pues claro que ye del hotel. No hay más que ver esos ojos negros –dijo con una
voz gruesa y bien sonora.
Después le dio tal palmada al niño que casi sale volando.
–Tú yes la fía de Lali, ¿verdad, neña? Y estos, los tus hermanos.
Asentí tímidamente porque aquella señora daba mucho respeto.
–Pues dale recuerdos a la tu madre de parte de María, la farmacéutica, la de los
botes. Y dile que se acerque a haceme una visitina, ho.
–Sí, señora.
–No me llames señora, que voy date. Prefieru que me llames gorda a que me
llames señora. ¡Vamos, Goyo, a la farmacia!
Y, agarrando de la mano al chico, desapareció por el camino embarrado. El niño,
antes de echar a volar, me dedicó una sonrisa.
No sé por qué, aquella noche, mientras escuchaba el ulular de los fantasmas y
sentía el ala de mi padre posarse en la almohada, pensé en aquel chico que se
llamaba Goyo. Había algo en él que me gustaba, como si intuyera que iba a ser
mi mejor amigo.