Page 32 - El hotel
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decir:
–¡Venga, Nicanor, que te retrasas!
Goyo me miraba desconcertado, y yo tenía que asentir.
–El abuelo Aquilino también tiene lo suyo.
Entonces él se reía y me decía:
–Pues no os falta de nada.
Pero sí que nos faltaba, sí. Y un día llegó, se hospedó en el hotel y lo puso todo
patas arriba. Menudo lío. Aunque antes te voy a contar el secreto del señor
Aguado, que lo descubrimos por aquellos días. El de los canadienses no lo
supimos hasta mucho después.