Page 70 - Escalera al cielo
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en la cara del más triste. Miré a tu mamá,
quien no había sido capaz de sonreír desde que tú
desapareciste. Ella no movió un músculo de su rostro.
¡Sí!, dijo la voz a través del sonido cuadrafónico:
sí, escuchó usted bien, ¡una sonrisa
en-la-cara-del-ser-más-triste-del-universo!
Una lluvia de polvo metálico cubrió las cabezas
y los hombros de los vecinos, quienes
empezaron a destellar cual seres de luz. Los acróbatas
saltaron del camión en pleno movimiento,
con sus trajes entallados de lycra fosforescente;
dieron piruetas en el aire y hasta una efímera pirámide
formaron. Los niños de la cuadra corrieron tras el camión,
mientras se adentraba en el vecindario con bulla sin igual.
¿Y si vamos?, me atreví a sugerir, ¿y si nos distraemos
un poco? Pero tu mamá ya regresaba al interior de la casa,
para recoger la mesa y contemplar tu lugar vacío,
tu plato sin tocar. A ella le hubiera encantado,
agregué en voz baja, bajísima; voz que reptó