Page 75 - Escalera al cielo
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no sea tímida. La mujer corrió a abrazar al doctor
Swedenborg, pero entre sus brazos aprisionó a aquella
madre suya que partió hacía mucho tiempo,
para no volver. A la vez, tu mamá apretó mi mano,
una lágrima asomó por el rabillo de su ojo;
con mi pañuelo la enjugué antes de que rodara
por su mejilla. La mujer ojerosa intercambió algunas,
pocas, reposadas palabras con su madre rediviva
y luego se apartó con gesto beatífico: al fin
había logrado decirle adiós. El alumno de ceremonias
llegó a tiempo con una bata color púrpura para cubrir
a un tambaleante doctor Swedenborg, quien,
en un espectacular arrebato, botó la bata
y ahora materializó un rostro aún más diferente:
el de un joven de nariz ancha y piel cobriza. Otro grito
se escuchó y dos muchachos corrieron a la pista
para abrazar a su querido hermano ausente.
De nuevo el alumno de ceremonias se adelantó a proteger
al doctor con la bata púrpura y de nuevo él se la quitó.