Page 74 - Escalera al cielo
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y descifró la intrincada arquitectura del cielo, ¡el enorme,


                               el único, el inefable, el doctor Emanuel Swedenborg!,


                             con su acto intitulado Invocaciones en un mundo material.






                                   ¡Un aplauso, por favor! Delgado, alto, altísimo,


                              de cabello plateado, avanzó con lentitud hacia el centro


                                 de la pista. A continuación hizo una seña para que

                                  guardáramos silencio, se irguió lo más que pudo,


                               contuvo el aire y, al exhalar, algo sucedió con su cara,


                                     que empezó a estremecerse con tal rapidez,


                                     a vibrar tanto que, por increíble que parezca,


                                        perdió sus rasgos y adquirió otros. Así,


                                   surgió un reposado rostro femenino donde antes


                                    estuvo el suyo. Entre el público hubo pasmo,


                                     verdadera extrañeza, y se escuchó un grito.





                                   El alumno de ceremonias susurró al micrófono:


                                 todos hemos sufrido pérdidas, ya sea por defunción


                                    o a causa de la lejanía. Esta noche tendremos


                                  nuestra segunda oportunidad. Una mujer ojerosa


                                 se levantó de su butaca. Vamos, señora, acérquese,
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