Page 77 - Escalera al cielo
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tundras y manglares en busca del mítico pájaro azul.


                               No sin amargura observaba la adaptación de la clásica


                                  obra de Maeterlink, acerca de la huidiza felicidad


                             cuando distinguí, flagrantes, los groseros, los embusteros


                             cables que sostenían a los pequeños. La indignación de mí


                             se apoderó. En el auditorio hubo bisbiseos, enjambres de


                             murmuraciones que crecieron: ¡fraude, fraude, esos niños

                               no vuelan de verdad!, gritábamos agitando los brazos,


                             ¡que devuelvan las entradas! Los pequeños tocaron tierra


                                  de manera harto abrupta, las luces se encendieron


                                  y el alumno de ceremonias corrió a desenganchar


                               los tramposos arneses. Tras pomposa caravana señaló


                                hacia arriba. ¿Qué demonios pretendía aquel hombre


                               del ridículo bigote? El paisaje circular se volvió de un


                               profundo azul celeste. Aparecieron dos óvalos negros

                                  en lo alto. ¿Y qué con eso? Los óvalos brillantes


                                    parpadearon sigilosos. Se escuchó un redoble


                                   de tambores y, como si emergiera de la pantalla,


                                una gran ave azul se proyectó hacia el público, ahora


                               boquiabierto y cejilevantado. El ave desplegó sus alas,


                                ejecutó piruetas y voló rauda sobre nuestras cabezas
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