Page 72 - Escalera al cielo
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a nuestro alcance por única ocasión.
Boletos en taquilla, con descuento especial
para la gente que sufre una pena, decía una cinta
atravesada sobre el colorido cartel promocional.
A la entrada, dos ángeles con sonrisa de anuncio
de pasta dental, regalaban paletas a los niños; solícitos
recibían el sombrero y el abrigo de quienes arribaban.
Con sus gráciles manos blancas nos tomaron del brazo;
caminaban junto a nosotros como si el suelo no tocaran:
ustedes van aquí, este es su lugar. En aquel Circo del Cielo
no había animales enjaulados ni lágrimas dibujadas
en los cachetes de los payasos. Era un circo celestial
por donde se le viera, y el aire que se respiraba dentro,
ligero y perfumado, producía una sensación de bienestar.
Un cuarteto de liras, de siete cuerdas cada una (siete,
como el número de cielos), interpretó la etérea música
de las esferas, pero también la de las místicas pirámides,
los estrictos cubos y demás cuerpos geométricos