Page 64 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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–Te juro que es verdad.
–¡Eh, chicas, chicas! –nos interrumpió Álex, entusiasmado. No tenía ni idea de
la batalla silenciosa que se estaba desarrollando frente a sus ojos entre dos
enemigas con el mismo apellido–. ¡Podríamos ir a Egipto!
–Podríamos... –contestó Sofía–, pero apuesto a que esta ya ha estado.
«Esta» era yo.
–Pues sí, ya he estado.
–¡Jo, vaya suerte! –me envidió el ingenuo de Álex–. ¿Y en Rusia?
–También.
Sofía me miró durante un segundo. Sus ojos y sus pendientes centellearon con
un brillo peligroso. Yo intenté que mis ojos y mis gafas hicieran lo mismo, pero
no puedo asegurar que me saliera bien.
–Entonces, quizá podríamos ir al espacio –dijo al fin–. ¿Tu padre el astronauta
consigue viajes a buen precio?
Sentí que un escalofrío de rabia me trepaba por el cogote.
–Claro que también podríamos ir con tu madre, si sabes en qué lugar está
escondiéndose ahora mismo...
–¡Cállate! –dije, levantando la voz y dando un manotazo al papel que tenía
delante.
–¿O ya no es una famosa ladrona? ¿Le han dado otro empleo? A lo mejor ahora
es buzo. O alpinista.
–¡Que te calles! –la rabia iba convirtiéndose en algo mucho más grande y
peligroso.
–O leñadora en el bosque de Caperucita.
–No hables de mi madre, ¿te enteras? A mi madre se la llevó un mago, para que
lo sepas –cogí a Sofía por la muñeca y la zarandeé con fuerza–. ¡Se la llevó un