Page 233 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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DARIO SE RETIRA DE ECBATANA 227
res. Y no tenía más remedio que darse cuenta, por una parte, de que, dada la
rapidez vertiginosa con que Alejandro le seguía, jamás podría alcanzar en su fuga
las tierras de la Bactriana y, por otra parte, de que si quería poder presentar
batalla al enemigo, tenía que aminorar todo lo posible la marcha, para que sus
tropas pudieran enfrentarse un poco descansadas a las fuerzas macedonias, agota
das por la vertiginosa persecución. Algunos de los de la columna persa habíanse
pasado ya a las filas de Alejandro y, si el éxito continuaba, era de temer que se
produjesen deserciones. Darío reunió a los grandes que seguían a su lado y les
comunicó su intención de no demorar más el encuentro con los macedonios y de
probar por última vez, cuanto antes, la suerte de las armas. Esta declaración del
rey produjo una impresión profunda a quienes la escucharon; la desgracia había
abatido los ánimos de la mayoría de ellos, y pensaban con horror en una nueva
lucha; pocos estaban dispuestos a sacrificar todo a su rey; entre estos pocos
contábase Artabazos. Nabarzanes, el ciliarca, pronuncióse en contra de él: Las
circunstancias —dijo— obligábanle a ser sincero: presentar batalla allí sería el
camino más seguro para ir al desastre total; lo que había que hacer era seguir
huyendo hacia el este, para reclutar en aquellas tierras nuevos ejércitos; pero los
pueblos ya no tenían confianza en la estrella del rey; no había más que un camino
para salvarse: Bessos gozaba de gran prestigio entre los pueblos del este del
imperio, los escitas y los indios eran aliados suyos y él pariente de la casa real:
¿por qué el rey no le cedía la tiara hasta que se lograra dominar al enemigo? El
gran rey sacó su puñal del cinto; Nabarzanes escapó con vida a duras penas y
corrió a separarse del campamento del rey con sus huestes persas; Bessos se unió
a él con los contingentes bactrianos. Ambos obraban de mutuo acuerdo y con
arreglo a un plan largamente madurado; Barsaentes, el de Drangiana y Arajosia,
fué ganado fácilmente para su causa; las demás satrapías de las provincias orien
tales, si no se habían adherido formalmente a la conspiración, se inclinaban más
a sus conveniencias que a su deber. Teniendo todo esto en cuenta, Artabazos
exhortó al rey para que no se dejase llevar de la cólera, pues los conspiradores
disponían de la mayor parte de las fuerzas armadas y sin ellos su causa estaría
perdida; era necesario volverlos de nuevo a la lealtad o a un simulacro de obe
diencia por medio de un perdón al que no eran, ni mucho menos, acreedores.
Mientras tanto, Bessos había intentado convencer a las huestes persas de la
conveniencia de partir hacia la Bactriana; pero aquellos hombres temblaban toda
vía ante la idea de una traición ostensible; no quisieron huir sin el rey. El plan
de Bessos parecía haber fracasado. Sin embargo, aquel aparente fracaso no ha
cía más que espolear la tenacidad del conspirador; pintó a sus tropas el peligro
hacia el que las arrastraba el gran rey y fué habituándolas a pensar en la posibilidad
de un crimen, como en lo único que podía salvarlas. En esto apareció Artabazos con
el mensaje de que el rey perdonaba las palabras imprudentes de Nabarzanes y el
acto de Bessos al separarse por sí y ante sí del campamento real.
Al día siguiente, aquel ejército en derrota y minado por la traición siguió
avanzando por el camino de Thara; el silencio sordo y la recelosa inquietud que