Page 234 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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228 ASESINATO DE DARIO
flotaban por todas partes denotaban más bien un peligro inminente que un
peligro vencido. El jefe de los mercenarios griegos esforzábase en colocarse cerca
del rey, cuyo carro rodeaban Bessos y sus jinetes. Por fin, el leal extranjero logró
su propósito: comunicó al rey cuáles eran sus temores y le suplicó que se confiase
a la protección de las tropas griegas, pues sólo junto a ellas estaba su vida segura.
Bessos no comprendía la lengua, pero no se le escapó el significado de los gestos
y ademanes del heleno; y dióse cuenta de que no había tiempo que perder. Al
anochecer llegaron a Thara. Las tropas acamparon allí, instalándose los bactria-
nos cerca de la tienda real. En medio del silencio de la noche, Bessos, Nabar-
zanes, Barsaentes y algunos otros conjurados entraron en la tienda del rey, se
apoderaron de éste, lo ataron y lo arrastraron al carro en que se proponían llevarlo
prisionero a Bactra,’ para comprar la paz a cambio de la entrega de su persona
al enemigo. La noticia de lo que ocurría se extendió rápidamente por el campa
mento, que se levantó en medio de un desorden y una agitación espantosas. Los
bactrianos emprendieron la marcha hacia el este, seguidos a regañadientes por la
mayoría de las tropas persas. Artabazos y sus hijos abandonaron a su suerte al des
venturado rey, por el cual ya no podían hacer nada y, en unión de los mercenarios
griegos y de los embajadores de la Hélade, retiráronse hacia el norte, a las monta
ñas de los tapurios; mientras tanto, otras fuerzas persas, principalmente las man
dadas por Artabelos, hijo de Maceo, y por Bagistañes de Babilonia, corrieron
hacia atrás para rendirse ante Alejandro y encomendarse a su merced.
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Alejandro había concedido a sus tropas algunos días de descanso en Ragai.
Reanudó la marcha en la mañana del sexto; y aquel mismo día llegó, a buen paso,
a la entrada occidental del desfiladero de los pasos caspios (Aivan-i-Kaif); al
siguiente cruzó este desfiladero que por espacio de tres horas entorpeció bastante
su marcha, salió a la llanura, bastante bien cultivada, de Coarene (Khuar) y
i recorrió toda la distancia que le era posible cubrir en un día, hasta llegar a los
confines de la estepa por la que cruza, en dirección este, el camino hacia la
capital parta, Hecatómpilos, centro en el que convergen las calzadas militares que
van a la Hircania, a Bactra y a la Ariana. Mientras el ejército acampaba y algunas
tropas se dispersaban por la comarca para explorar los caminos a través de la
estepa, presentáronse en el campamento Bagistanes y Artabelos para rendirse a
Alejandro; deelararon que Bessos y Nabarzanes se habían apoderado de la persona
del gran rey y marchaban a toda prisa hacia Bactra; ignoraban lo que hubiese
podido ocurrir después.
En vista de ello, Alejandro decidió salir a toda velocidad en persecución de
los fugitivos. Dejó atrás a la mayor parte de las tropas, al mando de Crátero y con
órdenes de seguir lentamente, mientras él mismo salía a toda marcha acompaña
do por la caballería, los tiradores y la infantería más ligera y más vigorosa. Estu
vieron marchando toda la noche y hasta el mediodía siguiente; tras unas cuantas