Page 230 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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CAPITULO IV
Partida de Persépolis.—Darío se retira de Ecbatana.—Asesinato de Darío.—Ale
jandro en Partía—Movimiento antimacedónico en la Hélade.—Sublevación
de la Tracia.—El rey Agis se lanza a la guerra y es derrotado.—Pacifica
ción de Grecia.
C u a t r o m e s e s permaneció Alejandro en las ciudades reales del país persa. No
sólo para dejar que el ejército descansara; seguramente es exacto lo que cuentan
las fuentes menos buenas: que aprovechó estos meses del invierno para sentar la
mano a los levantiscos y rapaces moradores de las montañas vecinas y asegurar
al país para siempre contra sus irrupciones. Sobre todo a los mardios, que po
blaban las montañas del sur y que, a semejanza de los uxios, habían vivido hasta
entonces en un estado casi absoluto de independencia. Tras varias expediciones
muy penosas a los valles de aquellas montañas cubiertas de nieve, Alejandro
consiguió reducirlos a la obediencia. En una de estas expediciones, Alejandro acer
cóse a la satrapía de Carmania, la cual se sometió a su poder, siendo confir
mado en su cargo el sátrapa Aspastes. La satrapía de la Persia había sido con
fiada ya al noble Frasaortes, hijo de aquel Reomitres que pereciera en la batalla
de Isos. No existen testimonios bastante seguros en las fuentes de que Alejandro
dejara en Persépolis una guarnición de 3,000 hombres; ni tampoco de que, an
tes de partir o por el camino, recibiera un nuevo refuerzo de 5,000 hombre*
de infantería y de 1,000 jinetes.
PARTIDA DE PERSEPO LIS
Por fin —tal vez en los últimos días de abril—, Alejandro se puso en marcha
hacia la Media, a donde Darío había ido a refugiarse con los restos de sus tropas
en derrota, después de la batalla librada cerca de Arbela.
Después de perder aquella batalla, Darío habíase retirado por las montañas
medas hacia Ecbatana con intención de esperar allí hasta ver qué hacía Alejandro
para luego, si le perseguía en aquellas tierras, huir hacia el norte de su imperio,
devastando cuanto dejase atrás para que el vencedor no pudiera seguirle. Con
objeto de llevar a cabo este, plan, había enviado la caravana de su harén, sus
tesoros y sus objetos de valor por los pasos del Caspio hasta Ragai, para no
verse entorpecido por toda aquella impedimenta si se veía en la necesidad de
emprender una rápida fuga. Pero, pasaron varios meses sin que en los desfilade
ros de los montes Zagros o en las fronteras interiores de la Media apareciese
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