Page 231 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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DARIO  SE  RETIRA  DE  ECBATANA              225

      una  sola  patrulla  enemiga  de  reconocimiento.  Luego  llegó  a  Ecbatana  Ario­
      barzanes,  el  heroico  defensor  de  las  puertas  montañosas  de  Persia.  Ahora  todos
      los días se esperaba ver aparecer a los  macedonios  por  el  sudeste;  pero  el  enemigo
      no  se  dejaba  ver.  ¿Acaso los  tesoros  de  Persépolis  y  Pasargadas  le  agradaban  más
      que  el  aventurarse  a  una  nueva  batalla?  Darío  veíase  todavía  rodeado  de  tropas
      leales  y  de  príncipes  persas  de  elevado  espíritu,  dispuestos  a  combatir.  Estaba
      todavía  a  su  lado  la  flor  y  nata  de  la  nobleza  persa,  la  ciliarquía,  representada
      por  Nabarzancs,  Atrópates  de  Media,  Autofrádates  de  Tapuria,  Fratafernes  de
      Hircania  y  Partía,  Satibarzanes  de  Asia,  Barsaentes  de  Arajosia  y  Drangiana,  el
      intrépido  bactriano  Bessos,  pariente  del  gran  rey,  y  con  él  tres  mil  jinetes  de  su
      satrapía,  que  habían  conseguido  ponerse  a  salvo  con  su  príncipe  después  de  la
      última  batalla;  estaban  también  allí  Oxatres,  el  hermano  del  gran  rey,  y  sobre
      todo  el  anciano  Artabazos,  probadísimo  amigo  de  Darío,  tal  vez  el  más  digno
       de  todos  los  persas,  y  con  él  sus  hijos,  Bistanes,  hijo  del  gran  rey  Ojos,  y  Arta-
      belos,  hijo  del  tránsfuga  Maceo  de  Babilonia.  Aún  conservaba  Darío,  asimismo,
      un resto de sus  contingentes de mercenarios griegos,  al mando  del fócense  Patrón.
      Esperaba la llegada a Ecbatana  de varios  miles  de  cadusios y escitas.  Todavía  era
      posible  llamar  bajo  las  armas,  en  aquella  capital,  a  los  pueblos  del  Turán  y  de
      Ariana  para  que,  bajo  el  mando  de  sus  sátrapas,  se  congregasen  en  tomo  a  la
      persona  del  rey  y  defendieran  los  territorios  orientales  del  imperio.  Las  tierras
      medas  ofrecían  sobradas  posiciones  desde  las  que  era  posible  defenderse,  sobre
       todo  la  de  los  pasos  caspios,  que  guardaban  la  entrada  a  las  satrapías  orientales
      y septentrionales y que podían mantenerse y bloquearse permanentemente  incluso
      contra  un  enemigo  muy  superior en  número.  Darío  decidió  probar  una  vez  más
      la suerte de las armas e impedir los  ulteriores  avances  del  enemigo  con  el  ejército
      que  pudiera  reunir hasta  la  llegada  de  Alejandro.  Tal  vez  averiguase  a  través  de
      los  embajadores  de  Esparta  y  Atenas  que  se  encontraban  en  su  corte  cuán
      profunda había sido la impresión causada  en la Hélade por la  noticia  de la batalla
       de  Gaugamela y la buena  disposición  en  que  el  partido  antimacedonio  se  encon­
       traba,  cómo  muchos  estados  se  habían  coaligado  ya  abiertamente  con  Esparta  o
       sólo aguardaban a que el rey Agis obtuviera el primer éxito para abandonar la liga
       corintia,  lo  que  quería  decir  que  en  Grecia  se  estaba  preparando  un  cambio
       radical  de  cosas  que,  de  producirse,  obligaría  a  los  macedonios  a  regresar  a  prisa
       y corriendo del Asia.  Darío tenía razones para pensar, para esperar que el  término
       de sus desgracias no estaba ya lejos.


                           DARÍO  SE  RETIRA  DE  ECBATANA
           Alejandro  estaba  ya  cerca.  Paraitacene,  región  enclavada  entre  la  Persia  y  la
       Media,  habíase  sometido  al  vencedor,  quien  puso  al  frente  de  su  satrapía  a  Oxa­
       tres,  hijo  del  sátrapa  de  Susa,  Abulites.  Al  enterarse  de  que  Darío  se  hallaba
       acampado  delante  de  las  murallas  de  Ecbatana,  donde  aguardaba  su  ataque  al
       frente  de  un  importante  ejército  de  bactrianos,  griegos,  escitas  y  cadusios.  Ale­
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