Page 411 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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408                 TAREAS  DE  PAZ  DE  ALEJANDRO

          Lo más intrépido  de  todo fué lo  que los  moralistas  le  reprochan  todavía  hoy
      como la  mayor de sus  faltas:  el  romper el  instrumento  con  que  había  comenzado
      su  obra  o,  si  se  prefiere,  el  haber  arrojado  la  bandera  bajo  la  que  había  salido  a
      pelear, la  del odio insaciable  de los helenos  contra los  bárbaros,  en  el  abismo  que
      sus victorias habían de llenar.
           En un notable pasaje de su obra, dice Aristóteles que la  misión de su Política
      consiste en  descubrir aquella  forma  de  gobierno  que  sin  ser  de  por  sí la  más  per­
       fecta  sea,  por lo  menos,  la  más  útil:  “¿Cuál  es,  pues,  la  mejor  constitución  y  la
       mejor  vida  para  la  mayoría  de  los  estados  y  la  mayoría  de  los  hombres  si  no  se
       exige a éstos más virtud que la del hombre medio  ni más cultura que la  que puede
       adquirirse  sin  gozar  del  favor  especial  de  la  naturaleza  o  de  las  circunstancias,  ni
       se pide al estado  una constitución  que sólo puede  darse  en  el  mundo  de  lo  ideal,
       sino  simplemente  una vida en  que  la  mayoría  de  los  hombres  pueden  convivir,  y
       una constitución dentro  de la que pueden moverse?”  Y dice:  por  eso  todo  depen­
       de  de  encontrar  una  organización  del  estado  que,  desarrollándose  a  base  de  las
       condiciones  dadas,  pueda  encontrar  fácilmente  acogida  y  simpatía,  “pues  el  me­
       jorar la constitución del estado existente no es  obra  menos grandiosa  que  el  crear­
       la  de  nuevo,  lo  mismo  que  el  cambiar  los  conocimientos  es  tan  difícil  como  el
       adquirirlos” .  Como  se  ve,  el  filósofo  llega  muy lejos  en  su  realismo;  pero  cuando
       habla  de la mayoría  de los hombres  y de la  mayoría  de los  estados  piensa  exclusi­
       vamente  en  el  mundo  helénico,  pues  para  él  los  bárbaros  pertenecen  al  mundo
       animal y vegetal.
           También  el  pensamiento  de  Alejandro  es  sumamente  realista;  pero  él  no
       se detiene ante las  “condiciones dadas” o, por mejor decir,  sus victorias crean  con­
       diciones  nuevas:  la  órbita  en la  que  tiene  que  moverse  el  sistema  político  creado
       por él abarca los pueblos del Asia hasta  el Indo y  el  Jaxartes.  Y  nadie  como  él ha
       podido ver que  aquellos bárbaros  no  son  precisamente  bestias  ορβδΜΓ'βιηο  qiie
       son  también  hombres,  con  sus  necesidades,  sus  talentos  y  sus  virtudes  y  que  su
       modo  de  ser  y  de  vivir  encierra  también  elementos  muy  sanos,  algunos  de  los
       cuales han sido perdidos ya por quienes los desprecian como a bárbaros. Los mace­
       donios  eran  magníficos  soldados  porque  Filipo  los  había  enseñado  a  serlo,  y  Ale­
       jandro,  que  había  elevado  ya  a  su  nivel  de  soldados  a  los  tracios,  los  agríanos
       y los  odrisios,  estaba  seguro  de  que  sería  capaz de  infundir la  misma  capacidad  y
       la  misma  disciplina  a los  asiáticos;  y la  campaña  de  la  India, demostraba  que  no
       estaba errado en sus cálculos.  Y en cuanto  a la cultura helénica,  los  labriegos,  los
       pastores y los carboneros macedonios no participaban de ella en mayor medida que
       sus vecinos bárbaros  del lado  de  allá  del Rodope y  del  Hemus;  y los  dolopios,  los
       etolios, los enianos, los malios, los campesinos de Anfisia,  no gozaban,  en éste res­
       pecto, de mejor fama que ellos en los países de la Hélade. Pero esta cultura helénica,
       siendo  como  era  riquísima  en  tesoros  de  arte  y  de  ciencia,  incomparable  en  lo
       tocante al  desarrollo  de los  talentos  intelectuales  y  al  virtuosismo  de  las  capacida­
       des personales, había hecho al hombre más inteligente y más sabio, pero no mejor;
       a  medida  que  había  ido  desarrollándose,  lejos  de  acrecentar  las  energías  morales
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