Page 415 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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412               POLITICA  INTERIOR  DE  ALEJANDRO

        de  tener  atesorados  en  la  acrópolis,  además  de  los  objetos  de  oro  y  plata,  9,000
        talentos  en  plata  amonedada,  era  la  mayor  potencia  capitalista  del  mundo  helé­
        nico  y  a  ello  más  que  a  nada  se  debió  su  superioridad  política  sobre  los  estados
        de  la  liga  peloponésica,  aferrados  todavía,  de  lleno,  al  régimen  de  la  economía
       natural.  Pero  ahora  tratábase  de  sumas  incomparablemente  mayores.  Aparte  del
       botín  conquistado  por  Alejandro  en  los  campamentos  persas  de  Isos,  Damasco,
        Arebela,  etc.,  encontró  en  Susa,  como  ya  dijimos,  50,000  talentos,  otro  tanto  en
        Persépolis,  en  Pasargada  6,000  y  cantidades  todavía  mayores  en  Ecbatana;  dícese
        que llegó a reunir en  sus arcas  de  esta  ciudad  180,000  talentos.  No  sabemos  cuál
       sería  la  cantidad  de  objetos  de  oro  y  plata,  de  púrpura,  piedras  preciosas,  joyas,
        etc.  que  Alejandro  llegó  a  acumular  en  sus  conquistas,  en  las  distintas  satrapías
        del  imperio  de  Darío  y  en la  India.
           No es posible establecer a base de estas cifras un cálculo estadístico ni siquie­
        ra  aproximado  de  la  masa  de  oro y  plata  puesta  de  nuevo  en  circulación  con  las
        conquistas  de Alejandro  y  en  el  transcurso  de  diez  años.
           Pero si el nuevo poder militar instaurado ahora sobre el Asia puso en circula­
        ción las  riquezas  acumulades  e  inertes  hasta  entonces  y  estas  riquezas  irradiaban
        de  él  como la  sangre  del  corazón,  es  indudable  que  el  trabajo  y  el  comercio,  al
        hacerlas  circular  en  un  torrente  cada  vez  más  rápido  a  través  del  organismo  del
        imperio,  durante tanto  tiempo  marchito y raquítico,  tenía  que  activar y  fortalecer
        toda  la  vida  económica  de  la  nación,  cuyas  fuerzas  había  chupado  vampiresca-
        mente  el  imperio  persa.  Claro  está  que  ello  trajo  consigo,  como  consecuencias
        inevitables,  un  alza  considerable  de  los  precios,  el  desplazamiento  del  centro  de
        gravedad del comercio  mundial y  el descenso  de la  balanza  comercial  en  aquellos
        sitios  que  resultaron  perjudicados  por  este  desplazamiento,  tactores  que  nos  ayu­
        darán,  tal  vez,  a  explicar  ciertos  fenómenos  que  los  tiempos  posteriores  acusan
        en los  antiguos países  helénicos.
            Según los datos de Herodoto, el importe anual de los tributos  cobrados en el
        imperio persa por concepto de impuestos  inmobiliarios ascendía  a  14,560  talentos
        de  Eubea.  Un  dato  que  no  procede,  ciertamente,  de  una  fuente  muy  fidedigna
        calcula en  30,000  talentos  el importe  de los  tributos  percibidos  en  el  último  año
        de  la  vida  de  Alejandro  y  añade  que  en  aquel  entonces  sólo  quedaban  50,000
        talentos  en  tesorería.  En la  época  persa  era  agobiadora,  sobre  todo,  la  masa  infi­
        nita  de  prestaciones  naturales,  de  las  cuales  solamente  las  destinadas  al  servicio
        de la corte ascendían a  13,000 talentos anuales;  además,  cada  sátrapa,  cada  hipar­
       ca y cada  dinasta  seguía,  dentro  de  sus  dominios,  como  si  fuese  cosa  obligada,  el
       ejemplo del gran rey. De algunas alusiones  de las  fuentes  se infiere que Alejandro
        abolió el sistema de las prestaciones  en  especie.  Y así como antes la  presencia  del
        gran rey arruinaba a la  ciudad o  al  territorio  en  que  residía,  ahora la  ciudad  o  la
        región en que se emplazaba el campamento de Alejandro salía enormemente bene­
        ficiada con ello. La pompa de que solía rodearse el  rey,  sobre  todo  en los  últimos
        años  de  su vida,  lejos  de  oprimir,  fomentaba  el comercio y  la  prosperidad;  cuén­
        tase  que,  para  poder  vestir  de  puípraala  toda  su  servidumbre  palaciega,  encargó
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