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84            G. Mar arzón
                      pone ya planteado y que debemos es­
                       tudiar, y a ser posible replantear, para
                       extraer de él toda su substancia cien­
                       tífica. El médico, en suma, ha de acer­
                       carse al enfermo con el espíritu sacer­
                       dotal; pero, a la vez, con el espíritu
                       del naturalista. Y puedo repetir ahora,
                       una vez más, esta afirmación que al­
                       canza a todo práctico, hasta el que
                       ejerce en la aldea más alejada y hu­
                       milde, porque no sólo he predicado el
                       consejo, sino que lo he ejercido, tal
                       vez con éxito mediocre, pero con entu­
                       siasmo y persistencia que nadie puede
                        negar porque consta en varios cente­
                        nares de publicaciones.
                          Mas en este momento, siempre so­
                        lemne para mí, de la pública definición
                        de mi pensamiento, tengo que confe­
                        sar la impresión que en estos últimos









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