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Justo delante del depósito del agua, había una arboleda y

un espacio de tierra llana, donde Manolo y yo, junto a otros
amigos, jugábamos al fútbol.

Frente a mi pequeña casita, había un campo sembrado de

patatas, a veces de tomates, y un poco más allá de ese campo

sembrado, había una era de trillar trigo. Era una escena muy

bonita. Detrás de mi casa, que se componía tan sólo de una

habitación grande, en la que todo estaba junto, cocina,
comedor y dormitorio, todo en uno.

Detrás de mi casa, había también otro campo de cosecha,

y también unas naves que eran secaderos de tabaco. Recuerdo

que Manolo y yo, ajenos a que uno era gitano y otro payo,

jugábamos haciendo chozas al estilo indio con los troncos de

tabaco, que una vez quitadas las hojas tiraban los trabajadores
del secadero.

Patio del depósito del agua donde jugábamos Manolo y yo.

Permanece igual, aunque antes no tenía vallas y había más

árboles a la derecha, y en el centro no había nada.

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