Page 215 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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adornadas con figuras similares a las atribuidas a los dioses. Llevaban el cuerpo
parcialmente desnudo, como el de las divinidades, no tenían preocupaciones
materiales y practicaban la castidad más estricta. […] Llevaban la cabeza cubierta, para
indicar que estaban haciendo algo terrenal. Se afeitaban la cabeza y el cuerpo, porque
para ellos el cabello era una excrecencia inútil. Se ponían en la cabeza las mismas
insignias que atribuían a los dioses. Ataviados de aquella manera, consideraban que se
habían transformado en la inteligencia con la que siempre querían identificarse.
Por ejemplo, para hacer descender al mundo el alma y el espíritu del Universo, se
colocaban delante de la imagen que aparece sentada en el trono, en el centro de
nuestra Tabla, llevando los mismos símbolos que dicha figura y los miembros de su
séquito, y ofrecían sacrificios. Mediante éstos y los himnos que entonaban para
acompañarlos, creían que, indefectiblemente, atraían la atención de Dios hacia su
plegaria. Lo mismo hacían con respecto a las demás partes de la Tabla, convencidos
de que, por fuerza, si el ritual adecuado se llevaba a cabo correctamente, evocaría a la
divinidad deseada. Es evidente que aquel fue el origen de la ciencia de los oráculos.
Así como tocar un acorde produce una armonía sonora, las cuerdas próximas
reaccionan, aunque no se las toque. Asimismo, la idea que expresaban mediante todo
lo que hacían mientras adoraban al Dios coincidía con la Idea básica y, por una unión
intelectual, volvía a ellos deificada, y así obtenían ellos la Idea de las ideas. De tal
modo surgía en sus almas —creían— el don de la profecía y la adivinación y
pensaban que podrían predecir el futuro, advertir de los males inminentes, etcétera.
Porque, así como en la Mente Suprema todo es simultáneo e ilimitado, por
consiguiente, en esa Mente el futuro está presente y pensaban que, así como la mente
humana se absorbía en la Suprema mediante la contemplación, gracias a aquella unión
se les permitía conocer todo el futuro. Casi todo lo que está representado en nuestra
Tabla consiste en amuletos que, por la analogía antes descrita, les inspirarían, en las
condiciones descritas, las virtudes del Poder Supremo y les permitiría recibir el bien y
evitar el mal. También creían que, de aquella manera mágica, podrían curar
enfermedades; que se podría inducir a los genios para que se les aparecieran en
sueños y curaran o les enseñaran a curar a los enfermos. Con esta convicción,
consultaban a los dioses con respecto a todo tipo de dudas y dificultades, adornados
con la parafernalia del rito místico y mirando de hito en hito las Ideas divinas y,
mientras estaban así embelesados, creían que Dios, mediante alguna señal, signo o
gesto, les transmitía —estuvieran dormidos o despiertos— la verdad o la falsedad del
asumo en cuestión». (Véase Athanasius Kircher: Œdipus Ægyptiacus).