Page 263 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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persona tímida regresaría en forma de conejo o de ciervo; una persona cruel, en forma
de lobo o de algún otro animal feroz, y una persona astuta, con apariencia de zorro.
Sin embargo, este concepto no encaja dentro del esquema pitagórico general y es
mucho más probable que tuviera un sentido más alegórico que literal. La intención era
dar la idea de que los seres humanos se vuelven brutales cuando se dejan dominar por
sus deseos más bajos y sus tendencias destructivas. Es probable que haya que
entender la palabra «transmigración» como lo que habitualmente se llama
«reencarnación», una doctrina con la que Pitágoras debió de tener contacto directo o
indirecto en India y en Egipto.
El hecho de que Pitágoras aceptaba la teoría de las reapariciones sucesivas de la
naturaleza espiritual en forma humana se encuentra en una nota a pie de página en la
Historia de la magia de Lévi: «Era un defensor importante de lo que solía llamarse la
doctrina de la metempsicosis, entendida como la transmigración del alma en cuerpos
sucesivos. Él mismo había sido a) Elálides, uno de los hijos de Mercurio; b) Euforbo,
hijo de Panto, que pereció a manos de Menelao en la guerra de Troya; C) Hermótimo
de Clazomene, una ciudad de Jonia; d) un humilde pescador, y, finalmente, e) el
filósofo de Samos».
Pitágoras enseñaba también que cada especie de criatura tenía lo que él llamaba un
sello, otorgado por Dios, y que la forma física de cada una era la impresión de aquel
sello sobre la cera de la sustancia física, de modo que cada cuerpo llevaba estampada
la dignidad del modelo que Dios le había otorgado. Pitágoras creía que al final el
hombre alcanzaría un estado en el que se desprendería de su naturaleza burda y
actuaría en un cuerpo de éter espiritualizado, yuxtapuesto en todo momento a su
forma física, que podría ser la Octava Esfera, o Antichton, desde la cual ascendería al
reino de los inmortales, al que pertenecía por derecho divino de nacimiento.
Pitágoras enseñaba que todo lo que existía en la naturaleza era divisible en tres
partes y que no se podía llegar a ser verdaderamente sabio hasta que no se veían los
problemas como diagramáticamente triangulares. Decía: «Si se establece un triángulo,
dos tercios del problema quedan resueltos» y también: «Todo está formado por tres».
Según este punto de vista, Pitágoras dividía el cosmos en tres partes, que él llamaba el
«mundo supremo», el «mundo superior» y el «mundo inferior». El más elevado, o
mundo supremo, era una sutil esencia espiritual que se compenetraba con todas las
cosas y, por consiguiente, era el verdadero plano de la propia Divinidad Suprema, ya
que la Divinidad era, en todos los sentidos, omnipresente, omniactiva, omnipotente y
omnisciente. Los dos mundos inferiores existían dentro de la naturaleza de aquella
esfera suprema.