Page 258 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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saben». Pitágoras fue más modesto y acuñó la palabra «filósofo», que él definía como
«alguien que quiere saber».
Cuando regresó de sus viajes Pitágoras creó una escuela o, como se ha llamado a
veces, una universidad, en Crotona, una colonia doria en el sur de Italia. Cuando
llegó, lo miraron con recelo, pero al poco tiempo las personas que ocupaban cargos
importantes en las colonias vecinas empezaron a buscar su asesoramiento en las
cuestiones de máxima actualidad. Reunió a su alrededor a un grupo reducido de
discípulos sinceros, a los que instruyó en la sabiduría secreta que le había sido
revelada y también en los aspectos fundamentales de la matemática oculta, la música y
la astronomía, que él consideraba la base triangular de todas las artes y las ciencias.
Cuando tenía casi sesenta años, se casó con una de sus discípulas y de aquella
unión nacieron siete hijos. Su esposa era una mujer notablemente capaz, que no solo
lo estimuló a lo largo de su vida, sino que, después de su asesinato, continuó
difundiendo sus doctrinas.
Como ocurre tantas veces con los genios, Pitágoras, con su franqueza, se granjeó
enemistades políticas y personales. Entre los que llegaron buscando la iniciación hubo
uno que, porque Pitágoras se negó a admitirlo, decidió destruir tanto al hombre como
a su filosofía. Mediante propaganda falsa, aquel descontento puso a la gente corriente
contra el filósofo. Una pandilla de asesinos llegó sin avisar al pequeño grupo de
edificios donde vivían el gran maestro y sus discípulos, quemaron las construcciones
y mataron a Pitágoras.
Las versiones sobre la muerte del filósofo no se ponen de acuerdo. Algunos dicen
que fue asesinado con sus discípulos; otros que, mientras huía de Crotona con un
pequeño grupo de seguidores, sus enemigos lo atraparon y lo quemaron vivo en una
casita en la que se habían refugiado para descansar durante la noche. Según otra
versión, al verse atrapados en la construcción en llamas, los discípulos se arrojaron d
fuego para convertir sus cuerpos en un puente sobre el cual Pitágoras logró escapar,
aunque murió de tristeza poco después, ante la aparente inutilidad de sus esfuerzos
por servir e iluminar a la humanidad.
Los discípulos que lo sobrevivieron trataron de perpetuar sus doctrinas, pero los
persiguieron por todas partes y es muy poco lo que se conserva en la actualidad como
homenaje a la grandeza de este filósofo. Dicen que los discípulos de Pitágoras jamás
lo llamaban ni se referían a él por su nombre, sino siempre como «el Maestro» o
«aquel hombre». Es posible que esto se deba al hecho de que se creía que el nombre
de Pitágoras constaba de un número determinado de letras con un orden especial y
gran significación sagrada. La revista The Word ha publicado un artículo de T. R.