Page 262 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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imagen  y  semejanza  de  Dios  y  que,  al  estar  hechos  los  dos  a  partir  de  la  misma

  imagen, comprender uno suponía conocer el otro. Enseñaba, además, que había una
  interrelación  constante  entre  el  Gran  Hombre  (el  cosmos)  y  el  hombre  (el

  microcosmos).

       Pitágoras creía que todos los cuerpos siderales estaban vivos y que las formas de

  los  planetas  y  las  estrellas  no  eran  más  que  cuerpos  que  revestían  almas,  mentes  y
  espíritus, del mismo modo en que la forma humana visible no es más que el medio

  que  recubre  un  organismo  espiritual  invisible,  que  es,  en  realidad,  el  individuo

  consciente. Para Pitágoras, los planetas eran divinidades espléndidas que merecían la

  adoración  y  el  respeto  del  hombre.  Sin  embargo,  opinaba  que  todas  aquellas
  divinidades estaban supeditadas a La Causa Primera, dentro de la cual todas existían

  temporalmente, como la mortalidad existe en medio de la inmortalidad.

       La famosa Y pitagórica representaba la capacidad de elección y se usaba en los
  Misterios  como  emblema  de  la  bifurcación  de  los  caminos.  El  tronco  central  se

  separaba en dos partes, una de las cuales se ramificaba hacia la derecha y la otra, hacia

  la izquierda. La rama de la derecha se llamaba «sabiduría divina» y la de la izquierda,
  «sabiduría terrenal». La juventud, encarnada en el candidato, que recorría el camino

  de la vida —representado por el tronco central de la Υ—, llega al punto en el cual el

  camino  se  bifurca.  El  neófito  debe  elegir  entonces  entre  seguir  el  camino  de  la

  izquierda y, siguiendo los dictados de su naturaleza inferior, ingresar en un espacio de
  locura e irreflexión que lo llevará irremediablemente a la ruina, o seguir el camino de

  la  derecha  y,  gracias  a  la  integridad,  la  laboriosidad  y  la  sinceridad,  conseguir

  finalmente la unión con los inmortales en las esferas superiores.

       Es  probable  que  Pitágoras  tomase  su  concepto  de  la  Υ  de  los  egipcios,  que
  incluían en algunos de sus rituales de iniciación una escena en la cual el candidato se

  encontraba frente a dos figuras femeninas. Una de ellas, tapada con las túnicas blancas

  del templo, animaba al neófito a ingresar en las salas del conocimiento, mientras que
  la otra, engalanada con joyas que simbolizaban los tesoros terrenales y llevando en las

  manos una bandeja llena de uvas (emblemas de la luz falsa), intentaba atraerlo hacia

  las  cámaras  de  la  disipación.  Este  símbolo  sigue  existiendo  en  las  cartas  del  Tarot,

  donde se llama «la bifurcación de los caminos». Para muchas naciones, la horquilla es
  el símbolo de la vida y se solía colocar en el desierto para indicar la presencia de agua.

       Con respecto a la teoría de la transmigración como la ha difundido Pitágoras hay

  diversas opiniones. Según algunos, enseñaba que aquellos mortales que, por lo que

  habían  hecho  durante  su  existencia  terrenal,  habían  llegado  a  parecerse  a  ciertos
  animales  volvían  a  la  tierra  bajo  la  apariencia  de  tales  animales.  Por  ejemplo,  una
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