Page 260 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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la obediencia incondicional eran principios fundamentales de esta gran orden. [58]
Los fundamentos pitagóricos
El estudio de la geometría, la música y la astronomía se consideraba fundamental para
un conocimiento racional de Dios, el hombre o la naturaleza y nadie que no conociera
a fondo estas ciencias podía acompañar a Pitágoras como discípulo. Eran muchos los
que pedían ser admitidos en su escuela. Se examinaba a cada candidato en las tres
materias y los que las ignoraban eran rechazados de inmediato.
Pitágoras no era extremista: enseñaba la moderación en todo, más que el exceso en
algo, porque creía que un exceso de virtud era, en sí mismo, un defecto. Una de sus
frases favoritas era: «Debemos poner todo nuestro empeño en evitar y amputar, a
fuego y a espada y por cualquier otro medio, del cuerpo la enfermedad, del alma la
ignorancia, del vientre la lujuria, de una ciudad la sedición, de una familia la discordia
y de todas las cosas el exceso». También opinaba que no hay delito peor que la
anarquía.
Todo el mundo sabe lo que quiere, pero pocos saben lo que necesitan. Pitágoras
advertía a sus discípulos que, cuando rezaran, no pidieran para sí mismos y que,
cuando solicitaran algo a los dioses, no les requirieran cosas para sí mismos, porque
nadie sabe lo que es bueno para sí y, por tal motivo, no conviene pedir cosas que, si
se obtuvieran, solo resultarían perjudiciales.
El dios de Pitágoras era la mónada, o el Uno que lo es Todo. Describía a Dios
como la Mente Suprema distribuida por todo el universo: la causa de todas las cosas,
la inteligencia de todas las cosas y el poder que hay en todas las cosas. Decía también
que el movimiento divino era circular, que el cuerpo de Dios estaba compuesto por la
sustancia de la luz y que la naturaleza de Dios estaba compuesta por la sustancia de la
verdad.
Para Pitágoras, comer carne nublaba la facultad de razonamiento. Si bien no
condenaba su uso ni se abstenía por completo él mismo, decía que los jueces debían
abstenerse de comer carne antes de un juicio, para que los que compareciesen ante
ellos recibieran las decisiones más honestas y acertadas. Cuando Pitágoras decidía —
como ocurría a menudo— retirarse al templo de Dios por un período prolongado para
meditar y orar, llevaba consigo comidas y bebidas preparadas especialmente. La
comida consistía en semillas de amapola y sésamo a partes iguales, la piel de la cebolla
albarrana totalmente disecada, la flor del narciso, hojas de malva y una pasta hecha de