Page 407 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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alma  por  las  divinidades  a  semejanza  de  las  cuales  habían  sido  creadas.  A  dichas

  imágenes  se  atribuían  diversas  facultades  humanas  y  poderes,  como  el  habla,  el
  pensamiento  e  incluso  el  movimiento.  Si  bien  no  cabe  duda  de  que  los  sacerdotes

  renegados  recurrían  a  artimañas  —se  relata  un  ejemplo  de  ellas  en  un  fragmento

  apócrifo curioso titulado Bel and the Dragon, que, supuestamente, se suprimió del

  final  del  Libro  de  Daniel—,  muchos  de  los  fenómenos  registrados  en  relación  con
  estatuas  y  reliquias  consagradas  resultan  muy  difíciles  de  explicar,  a  menos  que  se

  admita la intervención de medios sobrenaturales.

       La historia registra la existencia de piedras que sumían en estado de éxtasis a todos

  aquellos  que  oían  el  sonido  que  producían  al  ser  golpeadas.  También  ha  habido
  imágenes que seguían resonando durante horas después de que la propia sala hubiese

  quedado en silencio y piedras musicales que producían las armonías más dulces En

  reconocimiento de la santidad que atribuían a las piedras, los griegos y los romanos
  apoyaban  la  mano  sobre  determinados  pilares  consagrados  cuando  hacían  un

  juramento. En la Antigüedad, las piedras desempeñaban un papel para determinar el

  destino  de  los  acusados,  porque  era  habitual  que  los  jurados,  para  alcanzar  su
  veredicto, echaran guijarros en una bolsa.

       Los griegos recurrían a menudo a las piedras para adivinar el futuro y dicen que

  Helena predijo la destrucción de Troya mediante la litomancia. Muchas supersticiones

  populares  sobre  las  piedras  sobreviven  durante  la  llamada  edad  de  las  tinieblas;
  destaca entre ellas la relacionada con la famosa piedra negra del asiento del trono de la

  coronación de la abadía de Westminster, de la cual se dice que es la misma roca que

  Jacob  usó  como  cabezal.  La  piedra  negra  también  aparece  varias  veces  en  el

  simbolismo religioso. La llamaban Heliogábalo, una palabra que se supone deriva de
  Elagabal, la divinidad solar sirio-fenicia. La piedra estaba consagrada al sol y se le

  atribuían propiedades grandes y diversas. La piedra negra de la Kaaba, en La Meca, se

  sigue  venerando  en  todo  el  mundo  musulmán.  Dicen  que  al  principio  era  blanca  y
  brillaba tanto que se podía ver desde varios días de distancia de La Meca, pero que,

  con el paso de los siglos, se fue ennegreciendo por las lágrimas de los peregrinos y los

  pecados del mundo.





  La magia de los metales y las piedras preciosas



  Según  las  enseñanzas  de  los  Misterios,  los  rayos  de  los  cuerpos  celestes,  al  chocar

  contra las influencias cristalizadoras del mundo inferior, se convierten en los distintos
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