Page 579 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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Se  supone  que  la  Orden  Rosacruz  existió  históricamente,  de  acuerdo  con  la
  descripción de su fundación y sus actividades posteriores, publicada en su manifiesto,

  el Fama Fraternitatis, escrito, según se cree, en el año 1610, aunque parece que no se

  publicó hasta 1614, si bien algunos expertos sospechan que hubo una edición anterior.
  Para poder hacer un estudio inteligente sobre el origen del rosacrucismo hay que estar

  familiarizado con el contenido del primero y más importante de sus documentos. El

  Fama  Fraternitatis  comienza  recordando  a  todo  el  mundo  que  Dios  es  bueno  y

  misericordioso y advierte a la intelectualidad que su egoísmo y su codicia los hacen
  seguir a los falsos profetas y pasar por alto el verdadero conocimiento que Dios, en su

  bondad, les ha revelado. Por consiguiente, hace falta una reforma y para eso Dios ha

  reclutado a los filósofos y a los sabios.

       Para contribuir a que se produjera esta reforma, una persona misteriosa llamada
  «el Sumamente Iluminado Padre C. R. C.», alemán de nacimiento y pobre, aunque de

  noble alcurnia, instituyó la Sociedad Secreta de la Rosa Cruz. C. R. C. llegó al claustro

  cuando  solo  tenía  cinco  años,  pero  posteriormente,  descontento  con  su  sistema
  educativo, se asoció con un hermano que había recibido las órdenes sagradas y que

  emprendía una peregrinación a Tierra Santa. Partieron juntos, pero el hermano falleció

  en Chipre y C. R. C. siguió solo hasta Damasco. Su mala salud le impidió llegar a

  Jerusalén, de modo que se quedó en Damasco y se puso a estudiar con los filósofos
  que vivían allí.

       En el transcurso de sus estudios, oyó hablar de un grupo de místicos y cabalistas

  que residían en la ciudad mística árabe de Damcar, de modo que renunció a su plan de

  visitar  Jerusalén  y  acordó  con  los  árabes  que  lo  llevaran  a  Damcar.  C.  R.  C.  tenía
  apenas dieciséis años cuando llegó a Damcar, pero fue recibido como si lo hubieran

  estado  esperando  hacía  tiempo,  como  un  camarada  y  amigo  en  la  filosofía,  y  lo

  instruyeron  en  los  secretos  de  los  adeptos  árabes.  Mientras  estuvo  allí,  C.  R.  C.
  aprendió  árabe  y  tradujo  al  latín  el  libro  sagrado  M;  a  su  regreso  a  Europa,  llevó

  consigo aquel volumen crucial.

       Después de estudiar tres años en Damcar, C. R. C. partió hacia la ciudad de Fez,
  donde —según le prometieron los magos árabes— le darían más información. En Fez

  le  enseñaron  a  comunicarse  con  los  habitantes  elementales  [probablemente,  los

  espíritus de la Naturaleza] y es tos le revelaron muchos otros grandes secretos de la

  Naturaleza. Si bien los filósofos de Fez no eran tan grandes como los de Damcar, las
  experiencias previas de C. R. C. le ayudaron a distinguir lo auténtico de lo falso, con

  lo cual aumentaron considerablemente sus conocimientos.
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