Page 574 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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suponía que aquellos botones de ónice servían como oráculos y, cuando el Sumo
Sacerdote formulaba determinadas preguntas, emitían un resplandor celestial. Cuando
se iluminaba el ónice del hombro derecho, quería decir que Jehová respondía de
forma afirmativa a la pregunta del Sumo Sacerdote; en cambio, cuando relucía el de la
izquierda, indicaba una respuesta negativa.
En medio de la superficie delantera del efod había un espacio para poner el essen,
o pectoral de la rectitud y la profecía, que, como su nombre indica, también era un
oráculo muy poderoso. Era más o menos cuadrado y consistía en un cuerpo bordado
en el que había engastadas doce piedras, cada una en un engarce de oro. Debido al
gran peso de sus piedras, cada una de las cuales tenía un tamaño considerable y un
valor inmenso, el pectoral se mantenía en su sitio mediante cadenillas especiales de
oro y cintas. Las doce piedras del pectoral, como las piedras de ónice de las
hombreras del efod, tenían la misteriosa capacidad de iluminarse con la gloria divina
y, por consiguiente, de servir como oráculos. Con respecto al extraño poder de estos
símbolos resplandecientes de las doce tribus de Israel, Flavio Josefo escribe lo
siguiente:
«Mencionaré algo más maravilloso aún que esto: porque Dios anunciaba de
antemano, mediante aquellas doce piedras que el Sumo Sacerdote llevaba sobre el
pecho y que estaban insertadas en su pectoral, cuándo saldrían victoriosos en la
batalla, porque era tal el esplendor que brillaba en ellas antes de que el ejército
emprendiera la marcha que todos percibían la presencia de Dios para ayudarlos.
Sucedió entonces que aquellos griegos, que sentían veneración por nuestras leyes,
como les resultaba imposible contradecirlo, dieron al pectoral el nombre de “el
oráculo”». El autor añade a continuación que las piedras dejaron de encenderse y
brillar como doscientos años antes de que él escribiera su historia, porque los judíos
habían infringido las leyes de Jehová y el Dios de Israel ya no estaba satisfecho con
Su pueblo elegido.
Los judíos aprendieron astronomía de los egipcios y es probable que las doce
joyas del pectoral simbolizaran las doce constelaciones del Zodiaco. Aquellas doce
jerarquías celestiales se consideraban joyas que adornaban el pectoral del hombre
universal, el Macroprosopo, mencionado en el Zohar como «el anciano de los días».
El número doce aparece con frecuencia entre los pueblos antiguos, casi todos los
cuales tenían un panteón constituido por doce semidioses, presidido por el Invencible,
que era Él mismo, sometido al Impenetrable Padre de Todos. Este uso del número
doce destaca en particular en los escritos judíos y los cristianos: los doce profetas, los
doce patriarcas, las doce tribus y los doce apóstoles; cada grupo tiene un significado