Page 570 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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Más  al  oeste,  en  la  misma  línea  que  el  altar  de  bronce,  estaba  la  Jofaina  de  la

  Purificación, ya descrita. Para el sacerdote, representaba que tenía que lavar no solo
  su cuerpo, sino también su alma, para quitarle toda impureza, porque nadie que no

  esté limpio tanto en cuerpo como en alma puede presentarse ante la divinidad y seguir

  vivo.  Después  de  la  Jofaina  de  la  Purificación  estaba  la  entrada  al  Tabernáculo

  propiamente dicho, orientada hacia el Este, de modo que los primeros rayos del sol
  naciente entraran e iluminaran la cámara. Entre los pilares con incrustaciones se podía

  ver el Lugar Santo, una cámara misteriosa en cuyas paredes colgaban unas cortinas

  magníficas, bordadas con rostros de querubines.

       Contra la pared meridional del Lugar Santo estaba el gran Candelabro, o lámpara,
  de oro; se creía que pesaba como cincuenta kilos. De su eje central salían seis brazos,

  cada uno de los cuales acababa en una depresión en forma de copa en la que había

  una lámpara de aceite. Las lámparas eran siete: tres en los brazos de cada lado y una
  en  el  tallo  central.  El  Candelabro  estaba  adornado  con  setenta  y  dos  almendras,

  botones y flores. Flavio Josefo dice que son setenta, pero siempre que los hebreos

  utilizan  este  número  redondo  en  realidad  quieren  decir  setenta  y  dos.  Enfrente  del
  Candelabro,  contra  la  pared  septentrional,  había  una  mesa  con  doce  Panes  de  la


  Presencia en dos pilas de seis panes cada una.                     [162]  En esta mesa había también dos
  incensarios  encendidos,  que  se  colocaban  en  lo  alto  de  las  pilas  de  Panes  de  la

  Presencia para que el humo del incienso fuera un aroma aceptable para el Señor, que

  llevara consigo, al ascender, el alma del Pan de la Presencia.
       En  el  centro  de  la  habitación,  casi  contra  la  división  que  conducía  al

  Sanctasanctórum, estaba el Altar del Incienso, hecho de madera recubierta de chapas

  de oro. Tenía un codo de ancho y un codo de largo y dos codos de altura. Aquel altar
  simbolizaba la laringe humana, desde la cual suben las palabras de la boca del hombre

  como una ofrenda aceptable al Señor, porque la laringe ocupa, en la constitución del

  hombre,  el  puesto  comprendido  entre  el  Lugar  Santo,  que  es  el  tronco,  y  el

  Sanctasanctórum, que es la cabeza y lo que contiene.
       Nadie puede ingresar en el Sanctasanctórum, salvo el Sumo Sacerdote, y él solo

  en  momentos  determinados.  En  aquella  sala  no  había  nada  más  que  el  Arca  de  la

  Alianza, apoyada en la pared occidental, frente a la entrada. Según el Éxodo, el Arca

  medía dos codos y medio de largo, un codo y medio de ancho y un codo y medio de
  altura. Esta ba hecha de madera de acacia negra, revestida por dentro y por fuera con

  láminas de oro, y contenía las tablas sagradas de la ley que fueron entregadas a Moisés

  en el monte Sinaí. La tapa del Arca tenía la forma de un plato de oro, sobre el cual se
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