Page 569 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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de tejón”».
Calmet opina que lo que se ha traducido como «tejón» en realidad en hebreo era
«púrpura oscuro» y, por consiguiente, no hacía referencia a ningún animal en
concreto, sino, probablemente, a un tejido impermeable muy denso de un color
oscuro y discreto. Durante el período en el cual el pueblo de Israel vagó por el
desierto, se supone que una columna de fuego permanecía inmóvil en el aire encima
del Tabernáculo por la noche, mientras que una columna de humo lo acompañaba
durante el día. Los judíos llamaban Shejiná a aquella nube, que simbolizaba la
presencia del Señor. En uno de los libros judíos primitivos que se dejaron de lado al
compilar el Talmud aparece la siguiente descripción de la Shejiná:
Entonces una nube cubrió la tienda de la congregación y la gloria del Señor
inundó el Tabernáculo. Era una de las nubes de gloria que acompañaron a los
israelitas en el desierto durante cuarenta años Una del lado derecho y la otra
del izquierdo y una por delante de ellos y la otra por detrás. Y una encima de
ellos y una nube en medio de ellos (y la nube, la Shejiná, que estaba en la
tienda) y la columna de nube que se movía delante de ellos, haciendo
descender ante ellos los sitios elevados y elevando ante ellos los sitios bajos
matando serpientes y escorpiones, quemando espinas y maderas de brezo y
guiándolos por el camino recto. [160]
Los enseres del Tabernáculo
No cabe duda de que, desde un punto de vista esotérico, el Tabernáculo, los enseres
que contenía y su ceremonial son análogos a la estructura, los órganos y las funciones
del cuerpo humano. A la entrada del patio exterior del Tabernáculo estaba el Altar de
los Holocaustos, de cinco codos de largo y cinco codos de ancho, pero apenas tres
codos de altura. Su superficie superior era una rejilla de bronce sobre la cual se
colocaba el sacrificio, mientras que debajo estaba el lugar para el fuego. Aquel altar
quería decir que el candidato, al entrar por primera vez en el recinto del santuario, no
debe ofrecer sobre el altar de bronce un pobre toro o un carnero inofensivo, sino lo
que correspondía a ellos dentro de su propia naturaleza. El toro, como símbolo de
campechanía, representaba su propia constitución grosera, que tiene que arder en el
fuego de su divinidad. [161]