Page 590 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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sobrenaturales que se les atribuían; que en realidad eran ciudadanos de dos mundos:

  que, si bien tenían un cuerpo físico para expresarse en el plano material, también eran
  capaces,  mediante  las  instrucciones  que  recibían  de  la  Hermandad,  de  actuar  en  un

  cuerpo  etéreo  misterioso  que  no  estaba  sujeto  a  las  limitaciones  del  tiempo  ni  la

  distancia.  Por  medio  de  esta  «forma  astral»,  eran  capaces  de  actuar  en  el  ámbito

  invisible de la naturaleza y en dicho ámbito, fuera del alcance del profano, estaba su
  templo.

       Según este punto de vista, la auténtica Hermandad Rosacruz estaba compuesta por

  un  número  reducido  de  adeptos  muy  evolucionados  o  iniciados:  los  de  los  grados

  superiores ya no estaban sometidos a las leyes de la mortalidad; los candidatos podían
  ingresar  en  la  Orden  solo  después  de  prolongados  períodos  de  prueba;  los  adeptos

  poseían el secreto de la piedra filosofal y conocían el proceso para transmutar en oro

  los  metales  de  baja  ley,  pero  enseñaban  que  aquellos  no  eran  más  que  términos
  alegóricos para ocultar el auténtico misterio de la regeneración humana mediante la

  transmutación  de  los  «elementos  bajos»  de  la  naturaleza  inferior  del  hombre  en  el

  «oro» de la plena conciencia intelectual y espiritual. Según esta teoría, todos aquellos
  que han intentado dejar constancia de los acontecimientos importantes en relación con

  la controversia rosacruz han fracasado siempre, porque enfocaban la cuestión desde

  un ángulo puramente físico o materialista.

       Se  creía  que  aquellos  adeptos  podían  enseñar  al  hombre  a  actuar  a  voluntad  al
  margen  de  su  cuerpo  físico,  porque  lo  ayudaban  a  separar  la  «rosa  de  la  cruz».

  Enseñaban que la naturaleza espiritual estaba adherida a la forma material en puntos

  determinados,  cuyo  símbolo  eran  los  «clavos»  de  la  crucifixión;  sin  embargo,

  mediante tres iniciaciones alquímicas que tenían lugar en el mundo espiritual, en el
  auténtico Templo de la Rosa Cruz, eran capaces de retirar aquellos «clavos» para que

  la naturaleza divina del hombre pudiera descender de la cruz. Los procesos mediante

  los  cuales  se  lograba  todo  aquello  se  ocultaban  tras  tres  expresiones  alquímicas
  metafóricas: «la creación del mar fundido», «la fabricación de la rosa diamantada» y

  «la obtención de la piedra filosofal».

       Mientras que el intelectual se tambalea entre teorías contradictorias, el místico trata

  el problema de una manera totalmente diferente. Cree que la verdadera Fraternidad de
  la Rosa Cruz, compuesta por una escuela de superhombres —no muy diferente de los

  legendarios mahatmas indios—, es una institución que no existe en el mundo visible,

  sino  en  su  contrapartida  espiritual,  a  la  que  le  parece  oportuno  llamar  «los  planos

  internos de la naturaleza», y que solo pueden llegar hasta los hermanos aquellos que
  son  capaces  de  trascender  las  limitaciones  del  mundo  material.  Para  corroborar  su
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