Page 635 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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medicina y la física. En su juventud lo consideraban deficiente mental, pero
su servicio y su devoción sinceros fueron recompensados con una visión en la
que se le apareció la Virgen María y le concedió grandes poderes filosóficos e
intelectuales. Tras llegar a dominar las ciencias mágicas, emprendió la
construcción de un curioso autómata, al que dotó de las facultades del habla
y el pensamiento. El Androide —así se llamaba— estaba compuesto de
metales y sustancias desconocidas, elegidas según los astros, y dotado de
cualidades espirituales mediante fórmulas mágicas e invocaciones. Alberto le
dedicó más de treinta años, pero santo Tomás de Aquino pensó que el
artefacto era un mecanismo diabólico y lo destruyó, frustrando así el trabajo
de toda una vida. A pesar de esto, san Alberto Magno cedió a santo Tomás
sus fórmulas alquímicas, incluido —según la leyenda— el secreto de la
piedra filosofal.
«En una ocasión, Alberto Magno invitó a Guillermo II, conde de
Holanda y rey de romanos, a una fiesta en el jardín, en pleno invierno. El
suelo estaba cubierto de nieve, pero Alberto había hecho preparar un
banquete suntuoso al aire libre en su monasterio de Colonia. Los invitados
se quedaron atónitos ante la imprudencia del filósofo, pero, cuando se
sentaron a comer, Alberto pronunció unas palabras y la nieve desapareció, el
jardín se llenó de flores y pájaros cantores y el aire se entibió con las brisas
estivales. En cuanto concluyó el banquete, volvió la nieve, ante el asombro
de los nobles reunidos». (Para más información, véase The Lives of
Alchemystical philosophers).
Albert Pike se pone de parte del filósofo alquímico cuando afirma que el oro de los
herméticos era una realidad. Dice lo siguiente: «La ciencia hermética, como todas las
ciencias reales, es demostrable matemáticamente. Sus resultados, aunque sean
materiales, son tan rigurosos como los de una ecuación correcta. El oro hermético no
es solo un dogma auténtico, una luz sin sombra, una verdad que no está empañada
por la falsedad, sino también un oro material, real, puro, el metal más precioso que se
puede encontrar en las minas de la tierra». Este es el punto de vista masónico.
Guillermo y María llegaron al trono de Inglaterra en 1689, una época en la que
debían de abundar los alquimistas en el reino, porque, durante el primer año de su
reinado, revocaron una ley aprobada por Enrique IV, según la cual la multiplicación