Page 638 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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secreto de las artes herméticas Es probable que de los brahmanes de India, con los que

  estuvo en contacto ya sea de forma directa o a través de sus discípulos, obtuviera su
  conocimiento  de  los  espíritus  de  la  naturaleza  y  los  habitantes  de  los  mundos

  invisibles. Llegó a ser médico militar y se hizo famoso por su saber y su pericia.

       A su regreso a Alemania, emprendió la reforma de las artes y las ciencias médicas

  con la que tanto había soñado. Encontró oposición por todas partes y fue criticado sin
  piedad. Su carácter violento y su personalidad tremendamente fuerte precipitaron —

  sin duda— sobre su cabeza muchas tormentas que un temperamento menos mordaz

  podría haber evitado. Criticó con saña a los boticarios a los que acusaba de no usar en

  sus fórmulas los ingredientes adecuados de no tener en cuenta las necesidades de sus
  pacientes y de desear solo cobrar cantidades exorbitantes por sus mejunjes.

       Las curas extraordinarias que consiguió Paracelso solo hicieron que sus enemigos

  lo odiaran más aún, porque no podían repetir los aparentes milagros que él obraba.
  No se limitó a tratar las enfermedades más comunes de su época, sino que —según

  dicen— llegó a curar la lepra, el cólera y el cáncer. Sus amigos sostienen que hizo de

  todo, salvo resucitar a los muertos. Sin embargo, sus métodos de curación eran tan
  heterodoxos que sus enemigos lo fueron apabullando, lenta pero implacablemente, y

  una y otra vez se vio obligado a abandonar los campos en los que trabajaba y a buscar

  refugio en lugares donde nadie lo conocía.

       Hay  mucha  controversia  en  tomo  a  la  personalidad  de  Paracelso.  De  lo  que  no
  cabe duda es de que tenía un carácter irascible. Su desprecio por los médicos y por las

  mujeres  alcanzaba  proporciones  de  manía  y  no  podía  sino  maltratados.  No  se  ha

  sabido que tuviera jamás una relación amorosa en su vida. Sus enemigos siempre le

  guardaron rencor por su aspecto peculiar y su forma de vivir desmesurada. Se cree
  que sus anomalías físicas podían ser, en gran medida, la causa del resentimiento hacia

  la sociedad que lo acompañó a lo largo de toda su vida intolerante y tempestuosa.

       Por sus supuestos excesos en la bebida, fue más perseguido aún, porque se decía
  que,  incluso  en  la  época  en  la  que  tuvo  una  cátedra  en  la  Universidad  de  Basilea,

  pocas veces estaba sobrio. Cuesta comprender una acusación semejante, teniendo en

  cuenta la extraordinaria claridad mental por la que destacaba en todo momento. Hay

  una contradicción monumental entre todo lo que escribió —la Edición de Estrasburgo
  de  sus  obras  completas  abarca  tres  volúmenes  gruesos,  cada  uno  de  los  cuales

  contiene varios centenares de páginas— y las historias sobre su alcoholismo.

       Sin duda, muchos de los vicios de los que se lo acusa eran meras invenciones de

  sus enemigos, que, no contentos con contratar asesinos para acabar con él, trataron de
  mancillar su memoria, después de haber puesto fin a su vida por venganza. No se sabe
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