Page 641 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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ocupó  el  mismo  puesto  que  su  padre.  Una  boda  acomodada  aseguró  la  posición

  económica de Ramón, que vivía a lo grande.
       Una de las mujeres más hermosas de la corte de Aragón era Donna Ambrosía de

  Castello,  una  dama  de  reconocida  virtud  y  belleza.  Ella  estaba  casada  y  no  le  hizo

  demasiada  gracia  descubrir  que  el  joven  Llull  se  había  enamorado  de  ella.

  Dondequiera  que  ella  fuese,  Ramón  la  seguía,  hasta  que,  tras  un  incidente  sin
  importancia, él le escribió unos versos muy apasionados que tuvieron un efecto muy

  diferente  del  esperado.  Él  recibió  una  invitación  para  visitarla  y  respondió  con

  presteza. Ella le dijo que le parecía justo que él pudiera contemplar algo más de la

  belleza  sobre  la  cual  escribía  unos  poemas  tan  atractivos  y,  apartando  un  poco  su
  vestimenta, le reveló que una parte de su cuerpo había sido devorada por el cáncer.

  Ramón  no  se  recuperó  jamás  de  la  impresión,  que  marcó  un  cambio  radical  en  su

  vida: renunció a las frivolidades de la corte y se recluyó.
       Poco  después,  mientras  hacía  penitencia  por  sus  pecados  mundanos,  tuvo  una

  visión  en  la  que  Cristo  le  ordenaba  que  siguiera  el  camino  que  Él  le  indicaría.  La

  visión se repitió más adelante y Ramón no dudó más, repartió sus bienes entre sus
  familiares y se retiró a una cabaña en la ladera de un monte, donde se puso a estudiar

  árabe para poder ir a convertir a los infieles. Al cabo de seis años de retiro, emprendió

  el viaje con un criado musulmán, que, cuando se enteró de que Ramón estaba a punto

  de atacar la fe de su pueblo, le clavó un cuchillo en la espalda. Ramón no permitió
  que  ejecutaran  a  quien  había  intentado  asesinarle,  aunque  posteriormente  aquel

  hombre se ahorcó en prisión.

       Cuando  recuperó  la  salud,  Ramon  se  puso  a  enseñar  la  lengua  árabe  a  los  que

  pretendían viajar a Tierra Santa y en eso estaba cuando conoció a Arnau de Vilanova,
  que  le  enseñó  los  principios  de  la  alquimia.  Como  consecuencia  de  su  formación,

  Ramón  aprendió  el  secreto  de  la  transmutación  y  la  multiplicación  de  los  metales.

  Continuó su vida errante, que lo condujo a Túnez, donde comenzó a debatir con los
  maestros mahometanos y a punto estuvo de perder la vida como consecuencia de sus

  ataques  fanáticos  contra  el  mahometismo.  Se  le  ordenó  abandonar  el  país  y  no

  regresar nunca más, so pena de muerte. A pesar de las amenazas, volvió a Túnez, pero

  los habitantes, en lugar de matarlo, se limitaron a deportarlo a Italia.
       Un artículo anónimo que se publicó en el número 273 de Household Words, una

  revista dirigida por Charles Dickens, arroja bastante luz sobre la capacidad alquímica

  de Llull: «Mientras estaba en Viena. [Llull] recibió cartas halagadoras de Eduardo II,

  rey de Inglaterra, y de Roberto Bruce, rey de Escocia, en las que le suplicaban que
  fuera a visitarlos Durante sus viajes también había conocido a John Cremer, abad de
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