Page 639 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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a ciencia cierta cómo murió, pero, según la versión más probable, su muerte fue
consecuencia indirecta de una refriega con varios asesinos que habían sido
contratados por algunos de sus enemigos profesionales para librarse de quien había
sacado a la luz sus argucias.
Se conservan pocos manuscritos con la letra de Paracelso, porque dictó la mayoría
de sus obras a sus discípulos, que fueron quienes las escribieron. El profesor John
Maxson Stillman, de la Universidad de Stanford, rinde el siguiente homenaje a su
memoria: «Sea cual fuere el juicio final en cuanto a la importancia relativa de
Paracelso en el desarrollo de la ciencia médica y la práctica de la medicina, hay que
reconocer que emprendió su carrera en Basilea con el afán y la seguridad en sí mismo
propios de quien se cree inspirado por una gran verdad y destinado a producir un
gran avance en la ciencia y la práctica de la medicina. Era, por naturaleza, un
observador entusiasta e imparcial de lo que se pusiera a observar, aunque también es
probable que no fuera un analista demasiado crítico de los fenómenos observados
Resulta evidente que fue un pensador independiente como pocos, aunque el grado de
originalidad de sus ideas se presta a legítimas diferencias de opinión. Sin duda,
cuando tomó la decisión de rechazar —por la combinación de influencias que fuese—
las opiniones consagradas de Aristóteles, Galeno y Avicena y después de encontrar lo
que le pareció un sustituto satisfactorio de los antiguos dogmas en su propia
modificación de la filosofía neoplatónica, no dudó en quemar sus naves.
»Tras desprenderse del galenismo imperante en su época, decidió proclamar y
enseñar que las bases de la ciencia médica del futuro debían ser el estudio de la
naturaleza, la observación del paciente, la experimentación y la experiencia, en lugar
de los dogmas infalibles de unos autores fallecidos mucho tiempo atrás. Con el
orgullo y la confianza en sí mismo propios de su entusiasmo juvenil, en el que no
tenía cabida la duda, no calculó bien la fuerza tremenda del conservadurismo contra el
cual dirigió sus ataques. En todo caso, su experiencia en Basilea lo desengañó, sin
duda. A partir de entonces volvió a errar por el mundo —unas veces sumido en la
máxima pobreza y otras viviendo con cierto desahogo—, a pesar de su desilusión
manifiesta con respecto al éxito inmediato de su campaña, aunque sin dudar jamás de
que acabaría por prevalecer, porque, en su opinión, sus nuevas teorías y formas de
practicar la medicina estaban en armonía con las fuerzas de la naturaleza, que eran la
manifestación de la voluntad de Dios, y terminarían por imponerse».
Aquel hombre extraño, cuya naturaleza era un cúmulo de contradicciones, cuya
tremenda genialidad brillaba como una estrella en medio de la oscuridad filosófica y
científica de la Europa medieval y que luchaba contra la envidia de sus colegas y